… La reina de Santomé… arranca poniéndonos ante a la estrategia de lo que se denomina el pasado inferencial: “Nada es más parecido a la infancia que los sueños”
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¿Para qué escribir novelas? Tener la historia de un personaje central y su despliegue dentro de una sociedad determinada no es suficiente para construir una verdadera novela. No es suficiente porque la novela no es precisamente reproducción de cierta realidad, sino, más bien, creación de formas para trascenderla. Hay historias a porrillo desde siempre y donde sea. Tener bien visualizados a los actores tampoco basta. Cómo se pinta a los personajes y cómo se ensamblan las situaciones, ya es entrar en materia. ¿Desde qué persona narrativa somos conducidos a su entramado? ¿En qué medida todo eso traducirá el posicionamiento del narrador? En muchas novelas el comienzo es de suma importancia. Todo está en las primeras frases. Pues bien, La reina de Santomé, de Guillermo Piña-Contreras arranca poniéndonos ante la estrategia de lo que se denomina el pasado inferencial: “Nada es más parecido a la infancia que los sueños.” Dice de entrada el narrador y así consigue crear un ambiente de ensueño: “Se puede seguir siendo niño; en cambio no es posible seguir en la infancia. Es un lapso.” Y en las estrategias de recreación de ese tiempo, el lector evoluciona por una alternancia de deseos, leyendas, excesos, tropelías, erotismo, palomilladasy otros componentes que el personaje-narrador, Guillú, nos cuenta, no porque las haya vivido todas directamente, sino porque por encima de su percepción el autor consigue crear otras voces que enriquecen su visión. El viaje desde la memoria individual y colectiva hacia la ficción. Pero, sin duda, desde la visión de ese adolescente, accedemos al mundo de las amistades, de los afectos familiares y de la relación con los antepasadosque le ayudan a descifrar los fantasmas de la historia. La visualización de esos fantasmas es precisamente uno de los mayores aciertos de esta novela donde incluso las desapariciones de las personas está dicho resaltando el lado risueño o ridículo de las cosas. En la alternancia del descubrimiento de los afectos y de la naturaleza de esos fantasmas avanza la historia dándonos a conocer así el descubrimiento del mundo por parte del narrador y protagonista central, al tiempo que evolucionan las estrategias individuales, familiares y sociales conducentes a la coronación de la reina de la localidad, en homenaje a los “25 años de gobierno ininterrumpidos”. Hay humorismo, decía, en el modo de presentar, enjuiciar y comentar la realidad.
Pero no nos equivoquemos. No estamos ante un testimonio o una evocación. Esta novela es una metáfora. Pero no sólo en el sentido de la traslación del sentido recto de una voz a otra figurada, en virtud de una comparación tácita. Tampoco en el sentido del tropo que permite la descripción de algo mediante una semejanza por analogía. Aunque esas mecánicas no están ausentes a lo largo de la red de pasiones de La reina de Santomé,su autor, Guillermo Piña-Contreras, nos pone ante la metáfora de un tiempo y de un espacio, ante la metáfora de una sociedad y su historia pública e íntima. El tiempo es el de la dictadura trujillista. El espacioes el de la isla donde la historia puso en marcha uno de los procesos de mestizaje más intensos del Caribe: “Un pueblo de mulatos que se creen españoles”, en el decir de Papapa, el abuelo, el personaje que es como la correa de transmisión de las bases históricas y sicológicas sobre la que se asienta esta sociedad desde la época prehispánica hasta los días de coronación de la reina durante la clausura de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre.
La metáfora aquí se presenta más bien como una operación continuada para obtener la plasmación en el discurso de un sentido directo y otro figurado: una alegoría, es decir una representación en la que las cosas tienen un significado simbólico.“Partir es morir un poco. Espacio y tiempo se separan: por un lado, lugares; por el otro, la vida y su decurso: acontecimientos, la historia, el devenir.” Un mecanismo que hace posible reconceptualizar el mundo a partir de la traslación de rasgos de un dominio de origen a uno de llegada. “Durante los días que la Comisión de notables de San Juan visitó en octubre de 1955 las instalaciones en obras de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre se produjeron eventos, en la provincia Benefactor, que permanecerán en mi memoria y en la de la ciudad.” Dar una imagen a lo que no la tiene. Dibujar lo abstracto, lo sicológico y así hacer “visible” lo que solo es conceptual. La sociedad de San Juan en este caso es la alegoría de un país: rumores, delaciones, fantasmagorías religiosas y políticas; la endogamia del paisanaje, el asombro y la incomprensión visto desde el ojo externo.
El personaje central, ya lo dijimos, es un adolescente de 13 años, miembro de una familia bien instalada en esa ciudad de provincia, “una de las tantas tercera ciudad del país”. Él es, a su vez,el narrador y presentador de este mundo caribeño lleno te temores y venganzas, de envidias y erotismo, de cristianismo y paganismo, un mundo en el que algunas de las víctimas de ese entramado desaparecen “por la puerta cósmica”, ese paraje donde dicen aun sobrevive Anacaona y los extinguidos indios. En la voz, en el sentimiento, en las aventuras e impresiones de ese muchacho viene a plasmarse gran parte de la idea de que el mundo, la realidad, no es sólo lo que percibimos a través de los sentidos, sino también lo que trasciende.
*Guillermo Piña-Contreras, La reina de Santomé (historias de la vida de provincia), Santo Domingo, Fundación Marcio Veloz-Maggiolo, 2018, 392pp.