P. Profesor, ¿a dónde ir en esta Semana Santa 2015?
R. Si se busca un encuentro cercano con Dios y la paz que todos anhelamos, entonces no hay mejor alternativa ni opción superior que subir a las montañas, a las escarpadas montañas de Quisqueya, donde Manolo, Francis Caamaño y Aniana Ondina Vargas, pintaron el color de la Esperanza.
Y no es muy difícil llegar, pues basta con dejarse guiar por el canto del Jilguero (Euphonia música) cuando se está escalando el Mogote, de Jarabacoa, más allá de la “Hamaca de Dios”, subiendo las escaleras del parque nacional Baiguate.
Hay quienes prefieren el susurro apacible de los pinos (Pinus occidentalis), con su dulce voz de madre invitándonos a soñar despiertos, al cruzar la Sierrecita entre Mata Grande (San José de Las Matas) y Diferencia – Las Manaclas (Santiago Rodríguez), para luego descansar en el Sillón de la Viuda o cobijarse con el manto de nubes del Pico El Gallo, donde Manuel Aurelio Tavárez pernoctó tantas veces con sus discípulos del 1J4, en el parque nacional que hoy honra su nombre.
Sin embargo, nadie fue más ingenioso y creativo que Enriquillo, el primer “Paladín de la Libertad de Las Américas”, cuando se alzó en armas contra el colonizador que quiso abusar de su pueblo y contra Barrionuevo, cuando éste intento enamorarle a Mencía, refugiándose en las montañas del Baoruco y La Selle, junto al Papagayo de la Hispaniola (Priotelus roseigaster) y el murmullo de los manantiales de Mata de Maíz – Polo – Barahona.
Particularmente yo le recomiendo a cualquiera que no sienta la necesidad de confesarse, porque no lleva consigo ningún cargo de conciencia, subir a la Jíbara del Mundo Nuevo, entre Tenares y Gaspar Hernández, para que conozca la Salcedoa (S. mirabaliarum) y vea salir el Sol más temprano, en el Centro de Protección y Vigilancia que Jaime David construyó en el mogote más alto de esta Reserva Científica.
Pero definitivamente, nada puede ser más impresionante, reconfortante y bello, que los Saltos de La Jalda, el más nuevo de los parques nacionales ubicado en las montañas de Miches, de donde se puede divisar la inmensidad del Océano Atlántico y hasta la ruta que sigue la Ballena Jorobada (Megaptera noveaengliae), cuando se deja cortejar de su consorte, al cruzar frente a la Playa Madame de Cabo Samaná, entre saltos y soplos de despedida, prometiendo regresar el próximo invierno 2015– 2016.