Simon Kennedy
El marco alemán ha muerto. ¡Larga vida al marco alemán! Ésa es la opinión del Banco Central de Alemania, que se resiste a un euro más débil, introducido en 1999, y se opone a las estrategias más agresivas que Mario Draghi podría desplegar para encender el crecimiento en Europa, dice Simon Derrick, jefe estratega de mercado de Bank of New York Mellon Corp.
Derrick encuentra paralelos con la década de 1990 cuando Alemania se negó a abandonar su dogma de dinero duro aún cuando se transmitió el dolor a otra parte. La emergencia de una recesión de dos años de los 18 miembros de la zona euro está resultando lenta, con una inflación de alrededor de un cuarto del objetivo del BCE y un desempleo por encima del 20 por ciento en España y Grecia. En 1992, el Reino Unido estaba bajo la presión alemana de vivir con los altos intereses exigidos por el Mecanismo de Tipos de Cambio, una rampa a la moneda única, aun cuando se castigó a la economía británica. Al final -y bajo el fuego del inversor multimillonario George Soros- el Reino Unido cedió. Permitió que se desplomara la libra esterlina y bajaran las tasas de interés, allanando el camino para una expansión de 15 años.
En 1993, con Francia en recesión, el Bundesbank no estaba dispuesto a acelerar los recortes de tasas por temor a que perjudique al marco alemán. En julio, convencidos de la necesidad de un franco más débil, los líderes europeos permitieron que sus monedas se negocien de manera más flexible, mientras buscaban mantener vivo el proyecto del euro.
Opciones de Draghi. La intransigencia de Alemania está de nuevo en el juego mientras Draghi, el presidente italiano del Banco Central Europeo, estudia la posibilidad de promulgar la flexibilización cuantitativa para evitar la deflación. Ha recortado las tasas de interés a mínimos históricos y prometió nuevos préstamos para los bancos el mes pasado con poco efecto hasta el momento.
El euro apenas se ha movido con respecto al dólar y el Índice Euro Stoxx 50 subió solo 2,6 por ciento en el año en comparación con el aumento de 7,3 del Índice Standard Poor’s 500.
¿Por qué la falta de respuesta? Para Derrick, de Londres, la respuesta está en el fracaso del Banco Central Europeo para presionar el botón de compra de bonos y la razón de ello se encuentra a los pies del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, que recientemente se pronunció a favor de una moneda fuerte y en contra de la compra de activos del BCE.
«Ahora más que nunca hay razones económicas para no comprar bonos del Gobierno», dijo Weidmann al diario Sueddeutsche Zeitung en mayo. «¿Por qué el BCE debería intervenir en estos mercados y tratar de reducir aún más las tasas de interés?», expreso.
Si Draghi no puede o no quiere oponerse a la intransigencia alemana, se enfrenta a «la posibilidad de un continuo debilitamiento de los mercados regionales de acciones e incluso a la posibilidad de un resurgimiento de la crisis de la zona euro», dice Derrick.
Ganan poco, pese recuperación Estados Unidos
Steve Matthews y Jeanna Smialek
Nickole Gambrill sigue pagando el precio de graduarse en la universidad en un momento poco propicio.
Al igual que otros estudiantes que obtuvieron diplomas luego de la peor recesión de los Estados Unidos desde la década de 1930, experimenta una reducción de las ganancias que podría durar toda la vida por más que el mercado laboral se recupera.
Gambrill aceptó el primer trabajo paralegal que pudo conseguir tras finalizar sus estudios en la Universidad Towson en Maryland en diciembre de 2010, cuando el desempleo era de 9,4 por ciento. “Hace tres años que estoy aquí, pero sigo considerándome una principiante”, dijo la joven de Baltimore de 27 años que gana unos US$44.000 por año. “Los aumentos y el ingreso se basan en el salario original. En una economía mejor, habría empezado con un salario más alto”.
Los estudiantes que ingresaron al mercado laboral en 2010 y 2011 aceptaron una reducción salarial de 19 por ciento respecto de lo que podrían haber ganado sin recesión, según economistas de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, un recorte que duplicó el de anteriores depresiones.
Muchos de los aproximadamente 3,37 millones de estudiantes que se graduaron en esos dos años aceptaron por desesperación empleos para los que estaban sobrecalificados.
Los que se incorporaron a la fuerza laboral durante la recesión constituyeron el 2,2 por ciento de una fuerza de trabajo de alrededor de 154 millones de miembros que competían por menos empleos, y ahora podrían haber perdido habilidades y tener magros antecedentes laborales. En momentos en que el mercado laboral mejora, los nuevos graduados podrían eclipsarlos.
“Para los que empiezan ahora el mundo es mucho mejor y las perspectivas de éxito son mucho mayores”, dijo Anthony Carnevale, director del Centro de Educación y Fuerza Laboral de la Universidad de Georgetown en Washington, que dijo que quienes obtuvieron diplomas en momentos de recesión tendrán desventajas persistentes. “El empleador evalúa a un flamante graduado y a quien está cinco pasos atrás, y piensa que el nuevo es mejor”.
Graduados recientes. Los graduados universitarios recientes “se vieron muy afectados, y siguen estándolo” durante y después de la recesión, escribieron dos investigadores del Banco de la Reserva Federal de San Francisco en un estudio del 21 de julio. Experimentaron un bajo crecimiento salarial en casi todas las ocupaciones en comparación con otros trabajadores de jornada completa.
Si bien el patrón coincide con el período posterior a la depresión de 2001, “el crecimiento del ingreso luego de la última recesión se ha retrasado más que en el pasado, lo que refleja la profundidad y gravedad de la recesión”, dijeron.
La realidad afecta a un segmento de la generación del milenio, los 82 millones de personas nacidas entre 1981 y alrededor de 2000.
Los trabajadores de tiempo completo de entre 25 y 34 años han experimentado una reducción del ingreso a una mediana de US$38.000 en 2012, mientras que era de US$38.760 en 2007, según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Educación.
Los sueldos de los graduados universitarios declinaron a US$49.950, en comparación con US$52.990 en 2007.
Muchos de quienes se graduaron durante la recesión se encuentran estancados -ya sea desempleados, con empleos de media jornada o en puestos que no exigen el nivel de educación que tienen- y carecen de habilidades u oportunidades para acceder a empleos de mayor salario o negociar aumentos.