Una tarde a la salida del colegio, al llegar a la casa, vimos que le habían colocado un letrero, que ya habíamos visto en otras viviendas, que decía: “Peligro Público”, recuerdo a mi hermano Mario decirme con tristeza, la van a derrumbar, nos tendremos que mudar.
Así fue, nuestra antigua casa fue demolida, como otras tantas; una ellas, de las más bellas de la Zona, situada en El Conde esquina Hostos, donde se encontraba el Restaurant Hollywood, dio paso al Hotel Comercial
A finales del año 1952, nos mudamos a la calle Pedro Valverde y Lara #9, esquina Duarte, frente al Parque Duarte y el Convento de los Dominicos. Era una de las casas no coloniales más bellas de la ciudad, de estilo ecléctico, aun podemos admirarla a pesar del abandono en que se encuentra. Allí funcionó en el primer piso, la clínica del Doctor Antonio Elmúdesi, al desaparecer la clínica, fue dividida en dos viviendas, una daba a la calle Duarte, la otra a la Pedro Valverde y Lara. En el segundo piso vivía el doctor con su familia los Elmúdesi Porcela. Además de un excelente médico era el doctor un ser humano extraordinario, bondadoso y cariñoso.
La calle Pedro Valverde y Lara, solo tenía una cuadra, entre Duarte y Hostos, y digo tenía porque esta calle desapareció años después, cuando ampliaron el parque. Al lado de nuestra casa vivían las hermanas Carmita y Pepita Esteva, fueron grandes reposteras, sus famosos pudines de bodas, eran verdaderas obras de arte. Mi padre hizo amistad con un exiliado español que se mudó en esta calle, se trataba de José Gausachs Armengol, un gran artista, que según la crítica de arte Jeannette Miller fue: “la figura más importante para la plástica dominicana”. Pero a ellos los unía la pasión por el ajedrez, así por la noches los veíamos enfrascados en interminables partidas.
Vivía también en esta pequeña calle, la familia Santiago Canario, uno de sus hijos, Pedro Julio, -Perucho- fue un acusioso historiador, ocupo varios cargos, entre otros, Director del Archivo Nacional y del Museo de Historia y Geografía. En la esquina con la Hostos, se encontraba el consultorio de la odontóloga Gladys De los Santos Noboa, primera mujer docente de la Escuela de Odontología, y al frente quedaba el taller de un personaje muy popular, “Calembo”, un verdadero “manitas” capaz de arreglarlo todo.
En la esquina con Arzobispo Nouel vivía el Dr. Antinoe Fiallo, su esposa Margarita Billini Morales, y sus hijos, Antinoe, Alberto y Margarita. El Dr. Antinoe, fue un distinguido abogado y reconocido luchador antitrujillista. Siguiendo la Hostos hacia el sur, se encontraba la casa de la familia Goico Bobadilla, don Barón Goico fue un distinguido y polémico, abogado, su hija Gilda, pianista, deleitaba al vecindario y amenizaba fiestecitas familiares; en la casa contigua vivía Monseñor Eliseo Pérez Sánchez, formó parte del Consejo de Estado en 1962.
La Vista desde nuestra casa era realmente hermosa, el parque con sus palmeras, la estatua de Duarte, objeto de tantas ofrendas escolares, la bellísima iglesia del ex convento de los Dominicos, donde según mi abuelo en su permanente añoranza, aun se escuchaba allí, el eco del célebre sermón de Adviento, de Fray Antón de Montesinos, y frente al convento, separados por la Calle Macorís, en lo que fuera la antigua Capilla de la Tercera Orden Dominica, se encontraba la Biblioteca Municipal.
En noviembre de 1953, por iniciativa de doña Ninón Lapeiretta Pichardo de Brouwer, se fundó la Sociedad Pro-Arte, una de las instituciones que más aporte ha hecho al arte en nuestro país. La primera artista que presentó Pro-Arte, en enero del año siguiente, fue la soprano norteamericana June Preston, acompañada al piano por el maestro Manuel Rueda; el concierto se realizó en el Teatro Olimpia.
El colegio La Milagrosa se trasladó a la calle Padre Billini, esquina Isabel La Católica, en la casa donde se había suicidado Aníbal Trujillo, hermano del “jefe”. Al frente quedaba otro Colegio el Quisqueya y el Asilo e iglesia de Santa Clara. En estos años los desfiles escolares eran frecuentes y muchos colegios y escuelas públicas tenían sus bandas de música. El 14 de abril se celebraba el día Panamericano con un desfile en el Malecón, en el que cada escuela portaba una de las banderas de los países de América. En el colegio se creó un “Batton Ballet”, lo integrábamos 12 jovencitas, vestidas de batuteras, que accionábamos al compás de las marchas que tocaba la banda.
En la Padre Billini entre Isabel La Católica y Arzobispo Meriño, vivía la Familia Gonzalez Cano, y al lado la familia Lembert Muñoz; don Luis Lembert Peguero, fue Ministro de Justicia del gobierno de Juan Bosch, sus dos hijas Lourdes y Luisa estudiaban música, esta última es la madre del gran artista Amaury Sánchez. Más adelante quedaba “La Casa de España”, que no solo fue un club social, allí se presentaban conciertos y funciones teatrales. Esta hermosa casa hoy la ocupa el CODIA. Al frente estaba la Escuela Elemental de Música, dirigida entonces por don Julio Alberto Hernández. La famosa Casa de Tostado, en la esquina con la Meriño, sigue siendo una de las más bellas casas coloniales, con su famosa ventana geminada gótica, hoy alberga el Museo de la Familia Dominicana, Siglo XIX.
En la cuadra entre Duarte y 19 de marzo vivían las hermanas Angélica y Cristina Fiallo y los Fiallo Rodríguez, Gilberto, Danilo y Viriato. No sé cuantas veces escuché a mi padre decir indignado, que uno de los Fiallos estaba preso, ciertamente eran desafectos al régimen, recuerdo que nos contó, que en noviembre de 1951 se habían detenido a los tres hermanos, Viriato, Antinoe y Gilberto, el primero lo llevaron a Nigua y los otros dos, a la Torre del Homenaje, y agregaba, visiblemente indignado, que lo más trágico de la historia había sido que en el momento de apresar a Gilberto, su esposa doña Lilliam Chamah de Fiallo, estaba al término de su embarazo, y cuando al mes siguiente dio a luz, estando aun en la clínica, sus otros dos pequeños hijos, Ramona Virginia y Gilberto José, quedaron en la casa, solo con su tía Anita Fiallo, y una noche, fueron objeto de lo que podríamos llamar un atentado; lanzaron a la vivienda un mazo de cohetes, que llenó de pavor a los niños; el estruendo y el humo que salía de la casa, asombró a los temerosos vecinos que salieron en auxilio de los pequeños; se señaló como autor del hecho a un alemán muy conocido, pintor y profesor, que vivía en la contigua calle Macorís y pertenecía al Servicio de Inteligencia. Aun hoy, muchos recuerdan al personaje de cuyo nombre prefiero no acordarme.
En la esquina Duarte con Padre Billini, frente al parque, funcionaba el “Instituto Comercial “Duployé –mecanografía, taquigrafía e inglés”, época en que preferentemente las jóvenes estudiaban secretariado. Al lado vivía la familia Ibarra Acevedo. La esquina Duarte con Pedro Valverde y Lara, era un verdadero “atelier”, allí residía la laureada pintora Elsa DiVanna, la que veíamos siempre abstraída entre pinceles, acuarelas y lienzos.
En la Duarte casi esquina Nouel había una casa que llamaba la atención, porque parte del techo se le había caído y sus paredes estaban llenas de hoyos, parecía imposible que allí viviera alguna persona, pero estaba habitada; la casa mantenía su fachada con un pequeño balcón, donde su dueña se asomaba, y saludaba efusivamente a todos los transeúntes, era sin duda un personaje enajenado, pero querido por todos, le llamaban “Celina morocota”, porque de tanto buscar una botija llena de morocotas, había derribado el techo. El comentario en esos días del hallazgo de algunos tesoros enterrados en algunas de las casas derribadas, sin duda la había obsesionado…