Daron Acemoglu y James A. Robinson, ambos catedráticos de universidades norteamericanas, emprendieron una ambiciosa tarea de investigación histórica mundial sobre la génesis de los países ricos versus países pobres, mirándola desde una perspectiva económica y política.
Acemoglu es un economista norteamericano de origen turco, en tanto que James A. Robinson es nativo británico, científico, político y economista. Trataban ellos de rastrear los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Consiguieron los autores acoplar los esfuerzos de manera simbiótica para producir un interesante, y quizás hasta controversial libro, que lleva el título del presente artículo. Entre los que elogian la obra aparece el premio Nobel de Economía del 2010, Peter Diamond, quien reseña: “En este libro, repleto de ejemplos históricos reveladores, se defiende que unas instituciones políticas con voluntad integradora que apoyan a instituciones económicas con carácter inclusivo resultan clave para una prosperidad sostenida.
Los autores demuestran cómo el impulso de ciertos regímenes nuevos da lugar a una espiral virtuosa, del mismo modo que los regímenes nefastos caen en una espiral viciosa. En pocas palabras: es un análisis tan importante como imprescindible”. Francis Fukuyama expresa: <<Acemoglu y Robinson, dos de los máximos expertos mundiales en desarrollo, revelan que ni la situación geográfica, ni las enfermedades, ni la cultura explican por qué algunos países son ricos y otros pobres. La riqueza o la pobreza depende de las instituciones y la política. Esta obra aporta una visión esclarecedora tanto para los especialistas como para el público en general>>.
Entienden los autores que las causas por las cuales existen países ricos simultáneamente rodeados por una inmensidad de naciones pobres no es de orden geográfico, climático, cultural, ni religioso como algunos piensan. A través de múltiples datos comparativos, almacenados y relatados de modo cronológico estos intrépidos analistas sociales descubren dos rasgos comunes denominadores en los pueblos que han alcanzado salir del subdesarrollo. Uno de estos es el nacimiento de una sociedad de economía inclusiva, es decir, que facilite y garantice la igualdad de condiciones para la inversión de capital y tecnología, sin la amenaza de expropiación por parte de los gobiernos.
Argumentan la necesidad de un Estado centralizador que impida el monopolio, con reglas claras sin privilegios para unos en desmedro de otros.
A pesar de lo extensa de la obra, la misma es de lectura fácil para el lector ordinario; es amena y entretenida pues a través de un relato de historia nos muestra la indisoluble relación de dependencia existente entre la política y la economía. Una mala política puede conducir a la hecatombe económica de una nación; igualmente un descalabro financiero puede llegar a derribar al más poderoso de los gobiernos.
Al voltear hacia la izquierda la última página del voluminoso, pero edificante escrito, he llegado a la siguiente conclusión: un gobierno democrático, progresista y honesto, debe empeñarse en que los impuestos que recauda sean manejados con pulcritud. Deberá priorizar la inversión en salud, educación, transporte público masivo, la salvaguarda de la libertad, y la plena garantía de la seguridad ciudadana. Un gobierno con esas características estará trillando la ruta verdadera hacia el desarrollo y bienestar colectivo.