La ansiosa espera de los 15 y los 30, días mágicos en el calendario laboral, perdió su encanto. Carece de sentido para miles de trabajadores y trabajadoras, víctimas de los magros salarios, de un modelo económico que les niega una remuneración justa, pero también de usureros que, sin normas ni sanciones, operan libremente en el bajo mundo de la informalidad financiera, donde la usura mueve millones.
Poco importan. Y es que al llegar esos días ya han gastado lo que ganan y lo que no ganan, lo que sus patrones dejan de pagarles para poder subsistir, cayendo prisioneros de la usura, de un endeudamiento corrosivo.
Tales fechas perdieron interés, al igual que el día 25 para empleados del Estado con sueldos de miseria frente a funcionarios que ganan RD$700 mil, RD$800 mil o más de un millón, sin contar cuantiosos beneficios adicionales, en un gasto dispendioso generador de déficit fiscales que disparan el endeudamiento público.
Poco significa el día de pago para trabajadores públicos o privados, al tener comprometido su salario, que no sirve más que para pagar y volver a endeudarse, abrirle espacio a un nuevo préstamo. Nada importan cuando la desesperación de los bolsillos vacíos ante apremios financieros impostergables les lleva a contraer préstamos sin medir las consecuencias.
En tales circunstancias, lo que cuenta es “resolver”, salir del apuro a cualquier precio. Y recurren a la usura, un mal endémico en República Dominicana, estrechamente vinculado a la pobreza, condenable tanto en prestamistas informales como en el sistema financiero formal, donde también es fuente de grandes fortunas.
De esos usureros son presa, igualmente, los trabajadores informales de bajos ingresos, las familias del estrato medio con urgencias inmediatas y sin ahorros, además de los desahuciados por la banca.
El dinero no alcanza y se dificulta buscar el faltante. No aparece con un alza salarial, algún negocio o un segundo empleo, por lo que van tras un golpe de suerte en el país de las mil y una loterías, malgastando unos pesos en lotos, tripletas y palés, comprando su única esperanza. No la encuentran y vuelven a la usura.
En las garras de usureros. El crédito informal erosiona el salario sobre todo al caer en un endeudamiento que enriquece a usureros, con tan altos intereses que un préstamo de pocos miles de pesos puede subir a decenas de miles. Las sucesivas moras inflan el capital y llegan a pagar hasta cuatro y cinco veces el capital inicial, convirtiéndose en deudas que los arruinan y a muchos hunden en profunda depresión o los torna violentos.
Esclavos de la deuda son sobre todo quienes devengan el salario mínimo, la mayoría, apenas RD$9,000, RD$10,620 y RD$15,447 en pequeñas, medianas y grandes empresas, respectivamente. Prestamistas les retienen sus tarjetas de débito, incluida la clave, para cobrar lo adeudado.
Lo poco que les resta, tras los descuentos, se destina al colmado que les “fía” o a abonar a otra deuda con algún pariente o amigo que lo sacó de una emergencia de salud, al no tener dinero para alimentos, el pasaje y otros gastos fijos.
Con frecuencia, acuden a casas de empeño. Una y otra vez logran unos pesos por el televisor y otros bienes del hogar, y hasta llegan a “vender” con antelación el doble sueldo y vacaciones.
Así, de deuda en deuda, en un continuo cobrar y pagar, se les va la vida, tomando dinero a rédito para pagar a uno o varios prestamistas a los que también apelan para saldar otros empréstitos.
Exclusión financiera. Además de los bajos salarios, el predominio de la exclusión financiera en el país da vigencia a la usura, afianza la dependencia al crédito informal que sume al trabajador en mayor pobreza.
La banca otorga préstamos personales a personas de bajo ingreso casi exclusivamente con tarjetas de crédito de RD$10,000 y RD$15,000, y en una ínfima proporción, ronda el 3%.
Bancos, asociaciones de ahorros y préstamos, así como las cooperativas constituyen la última opción de crédito de esa población. Tales entidades son las llamadas a combatir la usura, a eliminar la exclusión financiera con un crédito idóneo, productivo.
Es preciso, asimismo, fortalecer el rol patronal como orientador y facilitador de la mejoría financiera de sus recursos humanos, junto a una más justa retribución del trabajo.