La muestra mas elocuente del desorden que existe en este país con las armas de fuego, responsables de al menos 251 homicidios en el primer trimestre del 2017 según el Observatorio de Seguridad Ciudadana, lo vimos hace unos días cuando una joven de catorce años fue sorprendida en una escuela de Jarabacoa con una pistola en su mochila, lo que naturalmente provocó alarma en una sociedad que metaboliza con demasiada rapidez los escándalos sin importar su naturaleza, lo que explica que estemos como estamos y que nos comportemos como si no nos importara. Tal vez por eso, una semana después, otra estudiante de catorce años (¡qué edad tan difícil!) fue sorprendida con otra pistola y un cargador con nueve cápsulas en su mochila, luego de que la directora del Liceo Regino Camilo, en Salcedo, ordenara una requisa. El caso está ahora en el Tribunal de Niños, Niñas y Adolescentes de la provincia Hermana Mirabal, que ojalá determine también cómo llegó el arma de fuego a las manos de esa muchacha. Son tan solo deseos, es verdad, pero que de seguro mucha gente comparte, la misma gente que quisiera vivir en una sociedad menos violenta, donde no nos matemos los unos a los otros por cualquier pendejada o no nos mate un delincuente para quitarnos un celular, y por supuesto, que los niños no anden con pistolas en sus mochilas. Pensarán que exagero, pero si no nos tomamos en serio lo ocurrido, si no le ponemos atención a la espera del próximo escándalo, un buen día vamos a despertar a la pesadilla que han sufrido tantas familias en Estados Unidos con los tiroteos que han costado la vida a tantos estudiantes. Entonces nos pondremos las manos en las cabezas y el llanto llegará al cielo, y algún funcionario tendrá la brillante idea de sugerir que se coloquen detectores de metales en las escuelas, pero será demasiado tarde para las víctimas que un sistema indolente no supo proteger.