Antes de incursionar en el deporte que lo catapultó a la fama nacional e internacional, el baloncesto, Vinicio Muñoz había soñado con ser jockey o jinete.
Recuerda que llegó al baloncesto en forma accidental, debido a que su aspiración era otra.
“Tenía 12 ó 13 años y era un seguidor de la hípica y asiduo visitante al hipódromo Perla Antillana para ver las carreras de caballos”, expone. Reconoce, sin embargo, que su tamaño, 6 pies y siete pulgadas, no le ayudó.
“Me encantaba ver correr al ejemplar Felo Flores”, recuerda Muñoz, en referencia al hijo de Bobalicón y Fumadita, un caballo de fondeo que, pese a su tamaño, hizo historia en el Perla Antillana, con la monta de Elido Núñez (El Abuelito).
Este equino surgió finalizada la guerra de abril del 1965 y dio orígen a un inusitado entusiasmo por las carreras de caballos en el país. “Era fijo todos los sábados en el hipódromo”, recuerda la ex estrella del baloncesto dominicano, que también había incursionado en deportes como el voleibol, del cual fue selección nacional y el softbol.
Los apodos. Probablemente muy pocos jugadores han sido bautizados con tantos apodos como Vinicio Muñoz.
Obviamente, la calidad del juego que realizaba motivaba la imaginación y creatividad, sobre todo, de comunicadores, quienes intentaban resumen en una palabra las extraordinarias cualidades de jugador del nativo del barrio Mejoramiento Social.
“La Pantera”, “El Fino”, “El Canguro”, “El Nítido”, “El Dueño del Palacio de los Deportes”.
La Pantera, creación de Pedro Caba; El Nítido, Rollin Fermín; El Canguro, Roosevelt Comarazamy; El Fino, Félix Aguasanta y El Dueño del Palacio, el pueblo dominicano.