República Dominicana es el sexto país con mayor pobreza crónica de 17 países de América Latina evaluados en un nuevo informe del Banco Mundial. El país tiene una pobreza crónica de 25.6%, superada por Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia y Ecuador, mientras el promedio general es de 21.6%.
El nuevo informe del Banco Mundial, “Los olvidados, pobreza crónica en América Latina y el Caribe” señala que la pobreza transitoria en el país es de 8.6%, el doble que el promedio regional, que se ubican en 4.2%.
Otro dato local que revela el informe es que en República Dominicana, Chile, Brasil, México, y Colombia el número de pobres crónicos urbanos superó el número de pobres crónicos rurales entre 2004 y 2012. Aunque expresa el informe que a nivel regional las áreas rurales exhiben tasas de pobreza crónica mucho más elevadas, pero ya dicha pobreza es un fenómeno tanto urbano como rural.
A nivel general el estudio hace hincapié en que uno de cada cinco latinoamericanos o alrededor de 130 millones de personas son pobres, subsistiendo con menos de US$4 al día a lo largo de sus vidas. Estos son los pobres crónicos de la región, que han permanecido en ese estado a pesar de los avances sin precedentes contra la pobreza de América Latina y el Caribe desde comienzos de siglo.
El nuevo informe del Banco Mundial, “Los olvidados, pobreza crónica en América Latina y el Caribe”, analiza más de cerca a los pobres crónicos de la región, quiénes son y dónde están, y cómo las políticas y el modo de pensar tendrán que cambiar para poder asistirlos de manera más efectiva.
“La pobreza existe y persiste debido a limitaciones tanto dentro como fuera del hogar, desde la falta de motivación y destrezas adecuadas hasta la falta de servicios básicos como agua potable”, dijo Jorge Familiar, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, durante el lanzamiento del informe ayer. “En otras palabras, apoyar a los individuos es necesario aunque no suficiente. También es crucial contar con un contexto propicio que proporcione servicios adecuados. Por lo tanto las políticas sociales y el desarrollo regional deben ir de la mano”, dijo.
De su lado, Ana Revenga, directora sénior para Pobreza en el Grupo del Banco Mundial, agregó que “además de enfocarse en acceso a servicios básicos y buenos puestos de trabajo, las políticas también deben tener en cuenta las verdaderas barreras sociales y aspiracionales que los pobres crónicos enfrentan en América Latina”.
Destacó que “si no se aborda este asunto, será muy fácil que los más vulnerables sean ignorados por las redes de protección social, independientemente de lo bien enfocados que estén estos programas”.
El estudio recomienda apoyar a los pobres crónicos frente a mejorar el entorno en el que habitan; incrementar los ingresos laborales de la población; pensar tanto en el número como en la incidencia de la pobreza crónica, es decir, trabajar tanto en las zonas rurales como las urbanas.
Otro elemento que ve necesario es coordinar los esfuerzos de reducción de la pobreza. Explica que “Coordinación” implica que los programas e iniciativas no solo tendrán que establecer metas individuales claras y medibles, sino que también deberán encajar en un marco integral de reducción de la pobreza y que estos se comuniquen entre sí.
Estado mental de la pobreza crónica
El informe también resalta que el estado mental también constituye un importante factor impulsor de la pobreza crónica. La situación de pobreza ejerce presiones adicionales sobre las personas, influyendo en su estado mental y en su proceso de toma de decisiones de manera más pronunciada que en el caso de aquellas que gozan de una situación más próspera. Estos recursos mentales restringidos influirán en el proceso de toma de decisiones en una amplia variedad de sentidos.
Un segundo aspecto fundamental del estado mental es el papel que juegan las aspiraciones, o la presencia de metas a futuro y la voluntad de alcanzarlas.
Sugiere que en el diseño de las políticas públicas es necesario incluir estrategias para revertir las aspiraciones deprimidas de los pobres crónicos y tomar en cuenta su estado mental. “Si el estado mental de los pobres crónicos no es atendido, estos se escurrirán por los resquicios del sistema de redes de seguridad y se abstendrán de inscribirse en los programas sociales, o de cumplir con sus corresponsabilidades, con lo cual terminarán en última instancia siendo sancionados”, dice. Agrega que un programa social puede ayudar a los pobres a superar su estado mental y sus bajas aspiraciones para que se enganchen con el proceso.