Danilo Medina tiene veinte meses en el poder y durante seis, el 20% de ese tiempo, la sentencia 168/13 del TC ha sido el principal punto de agenda de su política internacional y eje central del debate nacional. Sobre ese y otros temas nodales de su mandato, muchos funcionarios sientan posiciones privada y públicamente mientras el Presidente guarda su habitual silencio ante las circunstancias y coyunturas políticas que les tocan vivir.
Desde hace meses, se debate un proyecto para extender a 10 las horas de la jornada de trabajo y eliminar la conquista de la jornada de 8 horas, lograda hace 128 años a sangre y fuego por los trabajadores de todas las ramas del proceso productivo. Pero, el Presidente se limita a vagas declaraciones sin fijar su posición definitiva al respecto.
Hace casi un año que una comisión del PNUD rindió un informe, desaconsejando la explotación de Loma Miranda. Algunos funcionarios se refieren al tema sin que el gobierno fije una posición oficial. Parecería que al Presidente le resulta imposible comprender que el tiempo del Danilo artesano de la política no es igual al del presidente Medina. También, que entonces podía hacer filigrana con el tiempo pero que el de ahora solo le durará cuatro años y no puede llegar a la mitad de ese periodo deshojando la margarita.
El tema de la sentencia TC 168/13, en el plano internacional no lo lleva el Canciller (porque parece que no existe una Cancillería), sino el ministro de la Presidencia; este también lleva la discusión alrededor del proyecto de modificación del Código de Trabajo y no la ministra del Trabajo; en otro orden, la voz cantante de Loma Miranda la lleva el director de Minería, ex alto ejecutivo de la empresa que pretende explotarla; algunos de los legisladores de su facción, además de él (según se dice) abogan por la aprobación de la Ley pero no los instruye para que la sometan definitivamente al conocimiento del Congreso.
Esta confusa circunstancia resta eficiencia a su administración, envía mensajes equívocos a la comunidad internacional que sigue con atención el proceso político del país; crea una situación de incertidumbre sobre nuestro presente inmediato que obliga al presidente Medina dar respuesta a estos y otros temas. Lo demanda un significativo segmento de la población, además de determinados sectores del mismo gobierno.
Es importante que el Presidente inaugure carreteras, caminos vecinales, nuevas escuelas de tantas normales y extendidas, que visite y prometa ayuda a productores, pero debe dar solución a problemas políticos de fondo que son vitales para el futuro de las relaciones internacionales y para el desarrollo institucional del país. La permanencia de esos problemas constituye la causa principal del paralizante retraso en ejecutorias básicas del gobierno, determinando que este ya comience a ser percibido como relativamente viejo.
Esa circunstancia se acentúa, mientras él y su partido permanecen prisioneros del grupito de ultranacionalistas que los atenaza y de cara al 2016, los principales dirigentes mantienen una discusión aparentemente bizantina pero realmente sibilina, alrededor de la selección del próximo candidato presidencial oficialista.
Así, en medio del tacticismo e indecisión se diluye el tan esperado «tiempo de Danilo».