Atrás quedaron los días en que eran la referencia moral del país. Verles, saberles, era garantía de que si algún día llegaban al poder todo cambiaría. Sin manchas ni temores, harían una revolución social sin precedentes.
De eso quedó poco. El recuerdo de don Juan, cuyo nombre le han dado a múltiples edificios, puentes y escuelas, y una nostalgia que se traduce en decepción cuando vemos cómo hombres y mujeres que se decían íntegros tienen fortunas que no resisten un arqueo. Pese a ello, los peledeístas insisten en llamarse paladines de la decencia.
Su discurso, sin embargo, no sólo se ve empañado por un estilo de vida a lo jet set internacional: ahora dan los pasos para que no se les persiga. Al hacerlo, quitándole calidad a los ciudadanos para querellarse contra los funcionarios, dicen claramente que lo que buscan es impunidad.
Dejando a un lado que para ellos los ciudadanos somos como basura, tal como lo han demostrado otras veces, ahora los congresistas continúan legislando para su provecho: ¡cómo si validar el hurto del barrilito no fuera suficiente!
Sé que de los legisladores dominicanos no se puede esperar nada bueno. Por tanto, sólo nos queda apelar al presidente Danilo Medina, quien ha dicho hartas veces que está comprometido con la lucha contra la corrupción. Si el Presidente no observa el proyecto de modificación del Código Procesal Penal estaremos perdidos: con una justicia que casi nunca procesa a los funcionarios por sí misma, a pesar de las evidencias que los delata, legitimará la impunidad. ¡Qué oscuro sería entonces nuestro futuro!