Simuladores

Simuladores

Claudio Acosta.

Ahora se culpan unos a otros, repitiendo el guión que mantiene empantanada en el Congreso, desde hace mas de una década, la Ley de Partidos, que deberá seguir esperando que un mejor clima de convivencia democrática permita hacerla realidad. Al paso que vamos, sin embargo, parece poco probable que eso ocurra alguna vez, pues el verbo consensuar sigue siendo el mas difícil de conjugar entre nuestros políticos, sobre todo cuando están en el poder. Porque ha sido, precisamente, la falta de consenso lo que ha hecho naufragar, por enésima ocasión, su aprobación, y obligó al PLD a proponer el retiro de la pieza luego del torbellino que provocó su decisión unilateral de romper el consenso que se había logrado y del que sirvió como testigo Agripino Núñez Collado. ¿Pero qué llevó a los diputados peledeístas a romper un consenso que tenía tan buen padrino? ¿Por qué arrojarlo por la borda y hacerse un traje a la medida que, como era de esperarse, provocó el rechazo inmediato de los demás partidos y el resto de la sociedad? ¿No se supone que fue avalado por el Comité Político? Mientras mas vueltas le doy a esas y muchas otras preguntas que tratan de encontrarle una explicación a lo ocurrido, mas me convenzo de que la hipótesis que me sugirió un amigo y colega, quien se declara convencido de que la capacidad de simulación de los peledeístas no conoce límites, parece la más acertada: el PLD boicoteó, deliberadamente, su propio proyecto de ley, asegurándose de que todo el mundo lo considere inaceptable. La maniobra, según el colega y amigo, cumplió el doble propósito para el cual fue concebida: proporcionar una coartada “histórica” al partido oficial, que se comprometió ante el país a aprobar la Ley de Partidos y ahora podrá culpar a la oposición de que eso no ha sucedido, y garantizar que en las elecciones del 2016 no haya controles que le impidan servirse con la cuchara grande de los recursos que el poder (o el narco siempre tan generoso) pone a su disposición.

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