Tarqui, un infierno con vista al mar tras el sismo en Ecuador

Tarqui, un infierno con vista al mar tras el sismo en Ecuador

MANTA, – Tarqui está vacío. Tras el sismo que sacudió la costa de Ecuador el 16 de abril, muchas casas de esta localidad sobre el Pacífico cayeron y su gente huyó.

Quienes ahora se atreven a buscar sus cosas soportan la pestilencia que opaca la brisa marina. La playa de Tarqui es la principal de Manta, uno de los sitios más afectados por el terremoto de magnitud 7,8 que ha dejado más de 650 muertos, 208 de ellos en esta ciudad, según el último balance oficial.

Diez días después de la tragedia, los pescadores se hacen a la mar y el comercio funciona. Pero ya nada es igual en este puerto ubicado a unos 400 km al oeste de Quito. Cuesta arriba por la Calle 106, un olor putrefacto da la bienvenida.

Un contingente militar provisto de mascarillas patrulla la zona, ya que en muchas de las casas aún quedan las pertenencias abandonadas por sus dueños. Todo es devastación.
«Hay un mercado cerca, está lleno de carne, pescados, alimentos que fueron dejados allí. También en las casas. No hay energía, así que todo eso está en descomposición», dice a la AFP un militar.
En las puertas de las viviendas también se ha amontonado la basura. Hay pedazos de paredes, vidrios y escombros regados por todos lados. Como si un gigante hubiera pasado dando tumbos, pateando los edificios.

Algunos de los 9.000 habitantes de Tarqui, como María Rosa Cañamara, han regresado a ver qué pueden recuperar. «Vengo a mi casa a ver un ratito cómo están mis cosas.

Pero ya no puedo vivir aquí, todo está destruido», dice a la AFP esta mujer de 43 años, que lleva 23 de ellos viviendo en Tarqui, donde crió con su esposo a cuatro hijos.
«Veo que ha llegado ayuda, pero a mí nada aún», cuenta arrastrando un carrito improvisado antes de salir hacia un refugio instalado cerca.

«Un pueblo fantasma» . También ha vuelto a Tarqui este miércoles Besty Álava, dueña de una tienda de regalos y fotocopias desde hace cinco años: «Ví como el edificio que está al frente del negocio empezaba a caerse. El edificio se me venía encima y no sabía para dónde correr», recuerda.
En esa calle solo está ella en su derruido local, sacando algunas muñecas, en tanto su máquina fotocopiadora puede ser vista en una esquina, quebrada.

«He venido a recoger lo poco que me queda. El día del terremoto perdí además porque dejé la puerta abierta y me robaron», explica, aún sin poder respirar bien por todo el polvo que tragó el fatídico sábado del temblor.

Las viviendas de Tarqui han sido censadas por las autoridades. La mayoría luce un cartel rojo con la palabra «Inseguro». Pocas tienen el sello verde que significa habitable.
«Este es un pueblo fantasma, ¿quién va a volver a venir con todos estos edificios destruidos?», sostiene Álava. El turismo es precisamente una de las principales actividades de Tarqui. El hotel «Vista al Mar» parece haber sobrevivido parcialmente a la debacle.

Pero muchos otros hospedajes quedaron a nivel del suelo o a medio caer, con sus interiores expuestos como casas de muñecas en ruinas.
Es el caso del hotel «Las Rocas», que cual cruel ironía parece hacerle honor a su nombre: los tres primeros pisos de este edificio celeste se vinieron completamente abajo y parte de las paredes quebradas dejan ver un amasijo de ropa y camas prensadas.

«Este era un hotel y restaurante con 30 años de existencia. Gracias a Dios, nadie ha muerto aquí. Queremos ver cómo salimos adelante.

Tenemos que unirnos y ojalá en unos meses podamos decir que estamos atendiendo de nuevo, pero en una nueva dirección, porque esto va a ser demolido», cuenta su propietaria, Rocío Lagos.

Mientras tanto, en la cercana base naval de Manta, un buque peruano arriba cargado de alimentos y material médico.

El propio presidente de Perú, Ollanta Humala, viajó para entregar la ayuda humanitaria a su homólogo Rafael Correa. Entre Perú y Ecuador, enfrentados en un conflicto bélico limítrofe por última vez en 1995, no hay espacio ahora para el rencor.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas