Trump mira a México y se olvida de su problema comercial

Trump mira a México y se olvida de su problema comercial

In this Aug. 31, 2018, photo, President Donald Trump holds up a list of his administrations accomplishments while speaking at a Republican fundraiser at the Carmel Country Club in in Charlotte, N.C. Heading into the midterms, 2018's most volatile candidate is not on the ballot. But Trump is still taking his freewheeling political stylings on the road on behalf of his fellow Republicans, preparing to ramp up his campaign schedule in a campaign sprint to Nov. 6 (AP Photo/Pablo Martinez Monsivais)

Aunque Trump se ha lanzado contra el acuerdo regional con la bandera de la justicia comercial, EU tiene un mayor problema con otro de sus socios.
Si han de creerse las declaraciones del presidente Donald Trump, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Estados Unidos, Canadá y México pronto será reemplazado por un acuerdo comercial bilateral entre EU y México, a lo que presumiblemente seguirá un acuerdo entre EU y Canadá.

Los cambios reales a las normas de comercio entre EU y México no parecen ser muy importantes. El nuevo acuerdo implementa esencialmente un salario mínimo parcial para la industria mexicana de exportación de automóviles, que estipula que al menos entre el 40 y el 45 por ciento del contenido de los automóviles que se venden en EU provenientes de México deberá ser fabricado por trabajadores cuyos sueldos sean de al menos 16 dólares por hora.
También se endurecieron las normas de origen para estos automóviles, de modo que, para vender un automóvil proveniente de México en EU, al menos el 75 por ciento de ese automóvil debe haber sido fabricado en EU o en México. México también acordó fortalecer la negociación colectiva para los trabajadores y aumentar levemente las protecciones de propiedad intelectual para empresas estadounidenses.

Dependiendo de la implementación exacta, estos cambios podrían terminar siendo principalmente cosméticos. Si las normas de origen terminan incluyendo a Canadá, entonces la mayoría de las exportaciones de automóviles mexicanos a EU ya cumple con el requisito del 75 por ciento.
Si el salario mínimo de 16 dólares se aplica a contenido fabricado fuera de EU y México, también es probable que no haya muchos cambios, ya que los trabajadores en EU, Canadá, Europa, Japón y otros países ricos que fabrican piezas de automóviles ensamblados en México suelen ganar más de 16 dólares.

En otras palabras, la reestructuración comercial de México podría ser nada más que una postura, un intento de Trump por cumplir una promesa anterior de poner fin al TLCAN, o una forma de ganar influencia en una discordancia con Canadá.
O bien, si las reglas se aplican de determinada manera –exigiendo que los trabajadores automotrices mexicanos cuadrupliquen sus salarios frente a los niveles actuales, o pidiendo a las compañías automotrices que trasladen su producción de automóviles desde Canadá hasta México– podrían provocar una importante interrupción económica, dejando a los trabajadores y consumidores estadounidenses en peores condiciones. De cualquier forma, la última medida comercial de Trump parece ser otro error no forzado.

Pero la estrategia de Trump de eliminar el TLCAN refleja una tendencia más amplia en la sociedad estadounidense: una obsesión inapropiada y enfermiza con el acuerdo comercial de 1994. Tanto la izquierda como la derecha han hecho del relativamente inocuo TLCAN un fetiche mientras prestan menos atención a cuestiones comerciales mucho más importantes, en particular, China.

El TLCAN fue increíblemente controvertido desde el principio. En 1992, el candidato presidencial Ross Perot advirtió que el acuerdo provocaría un «enorme sonido de succión» a medida que los empleos estadounidenses se trasladaran hacia el sur, a un México con bajos salarios.
En 1993, el vicepresidente Al Gore protagonizó un debate memorable con Perot: en el momento cúlmine, Gore sacó una foto de los gestores del arancel Smoot-Hawley de 1930, se la regaló a Perot y advirtió de no seguir un camino similar.

Sin embargo, un cuarto de siglo después, los estadounidenses todavía no están del todo convencidos.

Mientras tanto, una encuesta reciente de YouGov revela que, aunque el 56 por ciento de los estadounidenses piensa que el comercio internacional es bueno para la economía, solo el 30 por ciento se opone a abandonar el TLCAN.

¿Por qué persiste esa intensa aversión al TLCAN? Es verdad que el TLCAN probablemente afectó a algunos trabajadores de EU. Un documento de los economistas Shushanik Hakobyan y John McLaren encontró evidencia de que trabajadores estadounidenses en industrias (en su mayoría de fabricación liviana) y localidades sujetas a una mayor competencia mexicana se vieron afectados a raíz del acuerdo.

Aunque ciertamente fue difícil para los trabajadores afectados, las pérdidas no fueron enormes en relación con el tamaño de la economía de EU. Robert Scott, del Instituto de Política Económica, estima que 400 mil trabajadores estadounidenses fueron desplazados de la industria manufacturera a otras industrias debido al TLCAN.

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