LA HABANA. La industria turística de Cuba, en manos del Estado, hace cada vez más negocios con la nueva clase de empresarios de la isla. Trata de mejorar la calidad de los alimentos y del alojamiento, mientras mantiene el control en las mayores fuentes de divisas del sector.
En lo que va del año, el turismo estatal entregó unas 20 instalaciones gastronómicas a cooperativistas, comenzó a trabajar con centenares de arrendadores de viviendas privados y se prepara para incorporar ofertas extra hoteleras de particulares.
“El Estado tiene que liberarse de un grupo de actividades que no son las que deciden la economía del país y que la práctica está demostrando que funcionan mejor de esa manera (privada)”, dijo el viernes a The Associated Press José Manuel Bisbé, presidente de la turoperadora estatal Havanatur.
Según un reporte de la agencia Prensa Latina, Cuba cuenta con 11.000 establecimientos estatales de servicios gastronómicos —la mayoría de ellos dedicados al mercado interno— y 1.260 privados, llamados en Cuba “paladares”. Se desconoce cuántos del total pertenecen al Ministerio de Turismo, el sector al cual Bisbé representa.
El turismo es uno de los motores de la economía de la isla, con ingresos en 2013 por 2.600 millones de dólares, según cifras oficiales. Bisbé dijo que desde comienzo de año hasta ahora, dos decenas de restaurantes que antes gestionaba el estado fueron arrendado a trabajadores que se convirtieron en cooperativistas, incrementando la calidad de los servicios gastronómicos en Cuba, un motivo de queja frecuente entre los visitantes.
Paralelamente, el funcionario dijo que propietarios de centenares de habitaciones en polos de alta demanda como Trinidad, en la provincia de Sancti Spíritus, y Viñales, en Pinar del Rio, firmaron contratos con Havanatur y otras agencias estatales para ser incorporadas como parte de sus ofertas.
Un reporte de esta semana del portal oficial Cubadebate informó que en Viñales, de 700 viviendas dedicadas a alquilar de manera particular a turistas, unos 200 dueños habían cerrado trato con estos operadores para comercializar sus habitaciones entre turistas extranjeros.
El Ministerio de Turismo comenzó esta política a comienzos de 2014, cuatro años después de que el presidente Raúl Castro diera luz verde a un proceso de reforma que llamó “actualización” del modelo económico y que busca hacer eficientes las finanzas bajo fuerte control estatal.
Según Bisbé, la apertura no se quedará allí. “Hay gente que está preparando fincas campesinas, caballos, senderos, paladares que tienen asociadas granjas que producen completamente ecológicos”.
También se espera aprovechar algunas singulares cooperativas de dueños de transporte como la de autos clásicos, explicó. Sin embargo, la idea del funcionario es que en materia de turismo —como Castro lo planteó para el país— lo privado será solo un “complemento” de lo estatal que mantendrá los grandes negocios como los hoteles, las transportistas y el control de líneas aéreas. A diferencia de los críticos de las reformas que acusaron a Castro de ir lentamente, Bisbé consideró que en el turismo “los cambios se están viendo muy rápido”, pero reconoció que algunos aspectos aún están limitados para la iniciativa individual: por ejemplo, los ciudadanos no pueden construir un hotel.
Los ingresos de Cuba en materia de turismo se lograron a partir del arribo en 2013 de 2,8 millones de visitantes, un número acotado para el potencial pues la isla tiene vedado el mercado norteamericano, el más importante de la región, debido a las sanciones que Washington mantiene sobre la nación caribeña. Estados Unidos prohíbe a sus ciudadanos visitar la isla si no cuentan con un permiso especial, so pena de obtener fuertes multas.
En 2013, la isla recibió unos 92.000 turistas procedentes de Estados Unidos, un 20% de ellos sin contar con la licencia especial y que arribaron por terceros países. Según Bisbé, si se liberara el turismo estadounidense a Cuba, viajarían al menos un millón y medio de ellos cada año a Cuba.
Con base en estos cálculos, consideró el directivo de Havanatur, Cuba dejó de recibir debido a las sanciones unos 2.000 millones de dólares en 2013 por turismo directo —si se considera que los norteamericanos gastan un promedio de 1.000 dólares a la semana en estancias similares en el Caribe— y una cifra “incalculable” de impacto en otros sectores, pues al tener una economía centralizada esta industria sustenta a áreas como la salud y la educación gratuita.