La expulsión de la escuela por intolerancia a las expresiones culturales, violencia entre docentes y estudiantes, inserción laboral y baja calidad de la educación en las tandas nocturnas son parte de las situaciones que provocan que los varones de 14 a 19 años abandonen la educación media.
Esos datos aparecen en el estudio cualitativo sobre Perspectivas de la Educación Media en la República Dominicana, realizado por la Oficina Nacional de Estadística (ONE).
En las entrevistas con los jóvenes quedó evidenciado que muchos de estos han sido expulsados de las escuelas por intolerancia a sus expresiones culturales, es decir, a la forma en que visten, el tipo de corte de pelo, o sus comportamientos violentos.
“Yo quiero saber por qué los profesores se “quillan” con uno porque uno tenga una trenza”. “A mí me botaron varias veces porque no me dejaban entrar con el pelo largo y yo me cansé de eso”. “Si llevaba aretes me sacaban, si me ponía una media, me sacaban; “quille” con los pantalones”.
Esas son algunas de las respuestas ofrecidas por los jóvenes consultados.
En ese sentido, el estudio indica que “los centros educativos tienen dificultades para manejar situaciones vinculadas con la cultura juvenil o a la inserción de jóvenes y adolescentes de sexo masculino en pandillas; la única medida es la expulsión”.
En cuanto a la relación docente-estudiante se dan tensiones que terminan en violencia, y eso se convierte en un elemento que empuja a la deserción.
“La existencia de una cultura de la masculinidad sostenida en la agresividad y la violencia, afecta notablemente las relaciones entre estudiantes de sexo masculino al interior de los centros educativos y su permanencia en los mismos. “Las peleas contínuas son un factor de expulsión de los centros. Esta violencia y agresividad masculina no está siendo intervenida desde el sistema educativo, sino que solo se está expulsando a los estudiantes sin desarrollar ninguna estrategia interna de resolución de conflictos en forma pacífica”, se plantea en la investigación.
La inserción laboral también incide en la deserción, y se debe a que los jóvenes empiezan a trabajar desde temprana edad para contribuir con el sustento familiar.
El estudio también arrojó que se registran muchos problemas entre los docentes y los jovencitos, que en general tienen más nivel de confrontación que las adolescentes.
“Esta confrontación de la cultura masculina juvenil se convierte en un factor de exclusión y no recibe una lectura adecuada del personal docente y directivo de los centros, que prefiere un estudiantado más sumiso y pasivo que corresponde a los modelos culturales de la feminidad”.
La población masculina “es la que recibe con mayor frecuencia las suspensiones temporales por períodos cortos, largos y definitivos”, se plantea en el estudio.
Sobre las tandas nocturnas, estas aparecen como un factor expulsor debido a los horarios restringidos, inseguridad, apagones y el uso de metodologías poco atractivas.
Una preocupación que subyace en los resultados de la investigación, que fue dirigida por la antropóloga Tahíra Vargas, es que “la población masculina esté cada vez más fuera del sistema educativo”.
“Es una población que se mantiene desprotegida y sus condiciones de riesgo aumentan, en la medida en que se la expulsa de los espacios institucionales y educativos”.
La deserción entre las adolescentes. En la población femenina las causas de la deserción del referido nivel se vinculan con problemas en la calidad de la educación en la tanda nocturna, diferencias metodológicas entre los docentes y estudiantes, y barreras que imponen los centros educativos por la sobreedad.
Sin embargo, en este segmento de la población hay un elemento común, y es el interés de las estudiantes por retornar a la escuela.
Sobre esos casos en la investigación se plantea que “la población femenina ha sido excluida de los centros educativos por los parámetros rígidos que tiene el sistema con relación a la edad, pues no se le permite inscribirse en horarios matutinos y vespertinos.
“La población femenina tiene más resistencia a la tanda nocturna por los problemas de inseguridad y por los roles tradicionales de género”.
En ese sentido, algunos de los testimonios de las jóvenes hablan por sí solos: “Yo estuve estudiando en la tanda nocturna y lo dejé. No es lo mismo estudiar de noche que de día”.
“Yo no entendía los números, sinceramente no los entendía, y la mayoría de las veces que le pedí al profesor que me explicara, él no me respondía”.