POR ÁNGELA PEÑA
Nació con la especial virtud de la solidaridad. De niño sintió como suyos el dolor, la desnudez, el hambre, la enfermedad del prójimo. Se desprendía de su vestimenta para obsequiarla a los pobres y con sus ingresos infantiles satisfacía necesidades ajenas.
Muchos que le conocieron piensan que Virgilio Eugenio Perdomo Pérez desarrolló su carácter rebelde contra el abuso, la represión, las injusticias, tras la desaparición de su padre estrangulado por sicarios trujillistas en la cárcel La 40, en 1960. Pero antes de esa tragedia que convirtió el hogar en martirio por la incertidumbre de no haber visto nunca más al decidido combatiente, ya Virgilio se movilizaba en las aulas denunciando al arbitrario régimen.
Su temperamento inquieto era una insólita mezcla de guerrero y de ternura que con la misma pasión que disparaba el arma escribía una carta impregnada de amor y preocupación por la madre, otra heroína que además del autoritarismo trujillista y las atrocidades balagueristas padeció las terribles secuelas del cáncer que consumió su vida. Sometida a rigurosos tratamientos le sorprendió el fatídico 12 de enero en que el hijo cayó en combate desigual con un ejército numeroso en las inmediaciones del kilómetro 15 de la autopista Las Américas.
En la ejemplar historia de Virgilio Perdomo se aprecia un espíritu de mentalidad superior, profundos conocimientos políticos, indiscutible amor por la Patria que sobrepuso a sus seres más queridos, maestro en las armas y en el estudio. En la adolescencia cursó los tres bachilleratos de su tiempo, luego ingresó a la universidad y en Cuba no sólo se entrenó militarmente sino que se interesó por las ciencias económicas. Su retorno al país desde La Habana para preparar el escenario de la guerrilla de Caamaño es demostración patética de la elevación de su pensamiento y de su carácter. Se afirma que él y sus compañeros fueron vejados por el líder de abril y aún así, vinieron dispuestos a apoyar su empresa.
De Virgilio, cuya memoria honran cuatro calles de Santo Domingo, hablan sus hermanas Gianella y Elia Celeste, su amigo de infancia y compañero revolucionario Héctor Miguel Genao, sus manuscritos y artículos publicados después de su caída. Gian y Puchita, como llamaba a las hermanas, conservan con esmero tantos documentos y objetos del aguerrido guerrillero que podrían instalar un museo personal que lo recuerde. Genao fue el hombre de su confianza buscado para preparar el desembarco, que sería por Azua. Los detalles de ese plan se ofrecerán en otra entrega.
Abnegación y solidaridad
Por ser la más pequeña, Elia Celeste fue quien más disfrutó del cariño y la protección de Virgilio, aunque se ausentaba tanto por sus actividades políticas, que inició a los 18 años. Me siento dichosísima de que Dios me diera un hermano tan especial, me consideraba su compañera, me entrenaba, cada mañana hacíamos lagartijas. Tenía detalles muy lindos que he inculcado a mis hijos: abnegación, solidaridad, integridad, honestidad. Cuando a mamá la ingresaron al Oncológico regresé a la casa, del colegio, y encontré que él se había hecho cargo de todas las responsabilidades y, como justiciero y defensor del oprimido no he conocido otro. Una vez vio a un paletero golpeando a un limpiabotas y dejó su carrito y fue en defensa del pobre muchachito. Mamá vivía preguntándole por su ropa y él respondía: no sé, porque la regalaba, y casi siempre llega insolado porque se iba a los barrios a recoger basura y a vacunar contra el tétano.
Gianella encuentra las raíces de su condición revolucionaria en las enseñanzas discretas de las profesoras Angélica Pepín, que daba un no a la intervención norteamericana enseñando el álbum con la foto de los dominicanos lacerados con látigos por el opresor yanqui, o de la señorita Herminia Heureaux que creaba conciencia enseñando en los libros de texto. Ambas fueron maestras de Virgilio en las escuelas Ercilia Pepín y en el Colegio Cibao, de Santiago. Sin embargo, Elia acota: Creo que él vino al mundo con esos ideales. A los tres años invitaba a comer a los viejitos pobres de La Romana y lo mismo hacía en San Pedro de Macorís, Santiago y Santo Domingo donde vivieron por la posición de administrador de empresas del padre. Gianella cuenta que el hermano reunía a cuatro famosos personajes callejeros, Maco Pempén, Barajita y los hermanos Félix para ofrecerles merienda en los alrededores de la iglesia Las Mercedes.
Físicamente tan hermoso, atlético y radiante que despertaba inusitada admiración en las mujeres, Virgilio se involucró en todos los movimientos políticos de importancia tras el ajusticiamiento de Trujillo. Su casa de la General Cabrera, en Santiago, fue bastión contra los remanentes de la tiranía, allí se reunieron los guerrilleros de Manolo Tavárez, en 1963, se fabricaron bombas y se recibió la ropa ensangrentada del mártir acribillado en Manaclas. La vivienda acogió a los eufóricos miembros de la Asociación Nacional de Estudiantes Secundarios (ANES), que fundó Virgilio en Santiago, y a los de la Unión de Estudiantes Revolucionarios, UER, creada allí por Héctor Miguel Genao. En ese domicilio hizo explosión la bomba que impactó a Hiciano, el compañero que la preparaba, y que mereció la prisión de Gianella y su madre como presión para que Virgilio se entregara.
La revolución de 1965 sorprendió a Perdomo Pérez en Santiago, recibiendo armas para el frustrado asalto al cuartel de San Francisco de Macorís, donde cayó preso por primera vez. Se trasladó a la capital donde dio pruebas de su honradez haciendo guardia en el comando de Aduanas. La contienda concluyó pero Virgilio continuó en sus afanes por el logro de una sociedad justa. Hizo oposición a Balaguer hasta que salió a entrenarse en Cuba. Allí tuvo nombre de guerra, Roberto Sánchez, y una novia, Amarilis.
-Familiares de los compañeros de Virgilio han recibido informes de que sus parientes fueron apresados por diferencias con Caamaño. ¿Hasta ustedes ha llegado esa versión?- Nos han comentado eso, inclusive que ellos fueron maltratados. El coronel Caamaño los trató como soldados rasos, hasta se dio el lujo de pedir a algunos que le limpiaran sus zapatos, ellos estaban cohibidos de su libertad, hay un compañero que llegó a Cuba, vio la situación completamente diferente a lo que le habían dicho e invitó a Virgilio a regresar. Ese compañero decidió volver y es uno de los pocos que está vivo, se distanció de la política pero siempre fue un colaborador de Virgilio, responde Gianella.
Añade que pesar de que nunca les dijeron que hubo reconciliación entre ellos y el coronel, vinieron para organizar los Comandos de la Resistencia, estaban muy por encima del trato que pudiera dispensarles Caamaño, eran hombres con un ideal por sobre de que Caamaño le dijera, no sé a quien: ¡Ven, límpiame los zapatos! Fueron con una misión, no de quedarse en Cuba, sino de volver.
El último tiro
Retornó disfrazado en el barco Virginia de Churruca. Apenas llegó cayó preso, luego enfermó. Desde el Moscoso Puello pedía a la madre medicinas y alimentos pues las huelgas de hambre lo deshidrataron y la comida del hospital era precaria. Nos ayudó que, por el físico de Virgilio, una enfermera se enamoró de él, pero fue un periodo muy fuerte.
El 10 de octubre de 1970 Virgilio casó con Milagros Batlle Pons, madre de su hijo Eugenio Ernesto, de quien habla en sus cartas con devoción y orgullo. En la última que escribió a su madre, el 9 de enero de 1972, anotaba con su caligrafía perfecta: La otra tarde pude pasar unas cuantas horas con mi hijo, tu nieto, no sabes lo feliz que soy desde ese día…. El niño contaba seis meses de nacido cuando murió su padre.
Virgilio Eugenio nació el 23 de noviembre de 1943, en La Romana, hijo de Eugenio Perdomo Ramírez y Dolores Quisqueya Pérez. Además de los centros mencionados, estuvo en la escuelita primaria de su tía Adriana Perdomo; en el colegio Cristo Rey, de San Pedro de Macorís; en el liceo secundario Ulises Francisco Espaillat, de Santiago. En la UASD estudió Economía y Ciencias Agronómicas y Veterinarias. Practicaba gimnasia, básquetbol, artes marciales y sentía gran amor por los perros. Era también fotógrafo.
En diciembre de 1971 el gobierno de Balaguer desató una campaña de persecución contra los Comandos de la Resistencia, acusados, entre otras acciones, de atracos a instituciones bancarias. El 12 de enero de 1972 fueron descubiertos y enfrentados por aire y tierra por todas las fuerzas militares existentes. Virgilio Eugenio cayó en combate en horas de la tarde. Fue un día aciago, comenta Elia, albergaba la esperanza, inyectada por el optimismo que él siempre me alimentó, de que sobreviviría. Esa esperanza se desvaneció cuando escuché por radio a Ramón Emilio Jiménez que dijo: ¡Coño, la fiesta ya terminó: cayó Perdomo!. A Elia le tocó identificar un día después el cadáver. Me ayudó mucho Diómedes Mercedes. Estaba cocido de bayonetas. Fue el último en caer. El siempre decía a mi cuñado que el de él sería el último tiro.
La calle
Cuatro calles llevan el nombre de Virgilio Perdomo Pérez. Están ubicadas en Herrera, Los Pinos, el barrio Juan Bosch y el Residencial Ureña, en Engombe. Ésta nace en la René del Risco Bermúdez y muere en la José Ramón Ureña.