La vida no se trata de mala o buena suerte. Se trata de los que eligen una vida con propósitos hacia el logro, y de los que aprenden a combinar el trabajo que hacen con placer, perseverancia y resultados positivos. El enfocarse hacia una meta, disciplinar los hábitos que llevan hacia ella, y manejar las adversidades, sin perder el optimismo, estimula a fluir en la vida. ¿Por qué unos fluyen y otros no? Sencillo, los jóvenes que no fluyen no eligen proyecto de vida ni vida con propósito, tienen baja autoestima, no se motivan, no se enfocan ni son perseverantes. Además, eligen lo fácil, lo de menor esfuerzo y lo que más produce satisfacción inmediata. O sea, viven o asumen la cultura de la prisa.
La vida se debe asumir con propósitos en varias direcciones: académico, técnico, deporte, música, idioma, informática, en gerencia, emocional, espiritual, etc. Pero se deben elegir dos o tres propósitos, uno que es prioritario, dos que pueden reforzar el espíritu, las habilidades y destrezas, para asumirlos con disciplina, constancia y perseverancia.
Si elige los propósitos de otras personas o vive por influencia de los demás, puede que no sientas placer, auto gratificación en lo que hace, debido a que no fue su elección de vida. Para fluir hay que cumplir con varios indicadores: tener sueños, metas, organización y planificación, insistir, persistir y resistir para obtener resultados; saber detectar riesgos y conductas riesgosas, juicio crítico, inteligencia emocional y social, vínculos familiares, amigos sanos, pasa tiempo sanos y buen manejo de los estresores psicosociales; pero sobre todo, vivir con hábitos saludables.
Los jóvenes que no fluyen son lo que se encuentran atrapados entre el hedonismo (vivir por placer y para el placer) lo que asumen el neofilismo social y el consumo, sin saber que les impulsa a consumir; también, los que no tienen control sobre el gasto, ni se administran, ni cumplen metas, ni ahorran, ni se organizan, llegando a ser víctimas de las gratificaciones inmediatas.
El desafío de los jóvenes líderes, es aprender a competir, buscar los espacios y las oportunidades, saber conectarse en la sociedad, empoderarse, ser proactivos, emprendedores, prudentes, hacer las cosas en procesos, cuidar la prisa, el narcisismo y los antivalores. En el presente tenemos cientos de jóvenes que no podrán fluir en la vida, por ser víctimas del alcoholismo, sustancias psicoactivas, ludopatía, vida irresponsable, deambulación sin propósitos, manejo temerario, accidentes, entre otros indicadores.
La clave es aprender a utilizar el cerebro y poder establecer una alianza con la razón, para no auto-engañarse, pero asumir el auto-cuidado, ser responsable consigo mismo y con su entorno. Pero también, aprender a pensar antes de actuar, medir las consecuencias, asumir los riesgos pero no comprometer la vida con ellos. A veces, los jóvenes tienen que entenderlo, se puede y se debe aprender a ceder, perder, poner distancia, estar solo consigo mismo, para conocerse mejor.
Fluir es complicado, no todo lo logran; es más duro que bajar, o poder mantenerse. A los jóvenes se les hace difícil entenderlo debido al desafío de la prisa, la velocidad, y la cantidad de tiempo que creen tener en la vida. Pero la vida es como un columpio, donde hay que tener fortaleza emocional y capacidad para gerenciar las adversidades, de subir, bajar y mantener el equilibrio.
Para fluir hay que marcar la diferencia; ser diferentes en el entrenamiento y el ruido, pero sin llegar a ser desigual o no despersonalizarse. Literalmente hay que tener cuidado con el modelo a seguir, o la referencia con las que nos identifiquemos o nos dejamos influir. La clave final, vida con propósitos y propósito en la vida para obtener resultados.
Si aprendes a sumar y conectar bien, fluyes mejor. Pero si restas y creas conflictos y manejas mal las adversidades, los propósitos no fluyen. Cada quien es responsable de su proyecto de vida, de gerenciar y organizar sus prioridades y circunstancias; los resultados se logran después, en el presente y para el futuro.