Existen personas con cerebro dañado, con emociones desequilibradas, comportamiento desajustado y resultados de vidas disfuncionales e inadaptados. Un cerebro dañado es el que tiene un aprendizaje a través de un sistema de creencias distorsionado, el que almacena enojos, se altera fácil, pierde su capacidad crítica y reflexiva y, para mal, aprende poco de la experiencia. Un cerebro dañado va perdiendo sus funciones ejecutivas a nivel pre-frontal, el sistema mesolímbico, hipotálamo, van perdiendo sus regulaciones y , todo esto termina alterando los químicos cerebrales: dopamina, serotonina, norepinefrina, glutamato y catecolaminas, para responder de forma inadecuada en la conciencia emocional y en la falta de empatía, lo que predice o muestra indicadores psicoemocionales y socio-conductual de un cerebro que no puede amar, ni ser feliz, ni producir amor del bueno, ni adoptar actitudes emocionales positivas.
Sin embargo, los estímulos que entran por las neuronas espejos, se fijan y llevan al reforzamiento de la conducta; también modifican al cerebro con nuevos aprendizajes, por ejemplo, la cultura de lo desechable, que refuerza las relaciones “sustituibles”, el “nada es para siempre” “todo tiene su caducidad” “nada es duradero” “lo que da problema se desecha” etc. Las relaciones de parejas en la posmodernidad, en la tecnología, en las redes sociales, en las autogratificaciones inmediatas y en la nueva socio-sexualidad, han construido relaciones de pobre apego, de falta de vínculos, de ausencia de sentido de pertenencia; teniendo como resultado la falta de fidelidad, de compromiso y de convivencia basado en el buen trato marital: “no me dañes, no te daño”.
La cultura del trátame bien, el aprendizaje socio-afectivo y de emociones resonante, tiene que ver con el cerebro sano, con emociones positivas, con valores, con espiritualidad, con compasión, reciprocidad, solidaridad y altruismo social. Es decir, “quien me ama no me daña”, me cuida, me valora, me respeta, me admira y me hace feliz.
Una persona de cerebro dañado, producto del aprendizaje de la patrifocalidad y de la cultura machista, ama a través del control, de la posesión, de los celos y sometimientos; pero también, ama desde la perspectiva de un amor pasional, de propiedad, alimentado por la inseguridad y el miedo.
El amor sano y la pareja sana, construyen la relación a través de la libertad, de la comunicación asertiva, de la equidad, de roles acordados, de un proyecto de vida y de una vida con propósito para dos personas. Para funcionar, las parejas sanas aprenden de las diferencias, las complementan, aportan lo mejor de cada uno, y practican la creatividad y la espontaneidad para prevenir el aburrimiento, el cansancio y el agotamiento marital.
Vivir en pareja en los momentos de la visibilidad de la redes, del individualismo y el egocentrismo del mercado, de la cultura de lo desechable, de la intolerancia y la cultura de la prisa , de relativismo y narcisismo social, en un desafío para jóvenes y adultos que desean vivir existencialmente armonizados y felices.
Desde el aprendizaje social y la economía de supervivencia, para cientos de jóvenes es difícil construir relaciones de parejas con indicadores de beneficencia, de satisfacción y de bienestar, para crecer y perdurar en las relaciones maritales. Si se le suma a todo estos los conflictos y diferencias por los espacios, hábitos tóxicos, poca inteligencia emocional, inmadurez, interferencia por terceras personas, infidelidades, falta de habilidades y destrezas para resolver conflictos, etc. sencillamente no es fácil, se impone el cerebro sano, tolerancia, inteligencia emocional y social, prudencia y aprender a gerenciar los conflictos. Debido a esas carencias y patologías, cientos de personas a diario “arreglan maletas y se van de su casa, en vez de ganar la experiencia y quedarse en la casa”.
El que asimila la cultura de lo desechable y lo proyecta en la vida de pareja, sus días están contados; A menos que no viva con una pareja de alto riesgo psicosocial, de las que dañan y se vuelven recurrentes en los maltratos, de esas relaciones tóxicas, de personas con cerebros dañados y psicopatía en su personalidad. Hay que aprender a salir de las parejas tóxicas, pasar la página, cerrar procesos, superar duelos y recuperar la libertad, la autonomía y la dignidad. Parejas sanas con cerebro sano: no me dañes, no te daño. El nuevo desafío de los jóvenes que desean fluir en las nuevas formas de amar en la posmodernidad.