Calder y Picasso en París El encuentro de la línea y el volumen

Calder y Picasso en París El encuentro de la línea y el volumen

Calder y Picasso en París
El encuentro de la línea y el volumen
El Museo Picasso de París, actualmente y hasta el 25 agosto, expone a Alexander Calder, maestro de la línea de acero y de los móviles en suspensión, como una oferta asombrosa y admirable de un colectivo de comisarios jóvenes de impecable formación profesional que pudieron lograr lo impensable en el encuentro de estos dos genios del siglo XX.

El conjunto presentado en los tres primeros pisos de este museo de arquitectura barroca del siglo XVII provoca el ojo y el pensamiento. Si Picasso en los años treinta-cuarenta supo adherir maravillosamente los elementos recuperados de una sarten desgastada, de un escurridor de aluminio, de tenedores y cucharas para alcanzar la poética física y restituida de una mujer sellada por una idea mágica que permite que una síntesis de objetos recuperados y ensamblados compita con el cuerpo femenino.
Calder, con el hilo de metal duro en líneas sinuosas, voluptuosas y aéreas, convierte ese cuerpo de mujer en una ninfa danzante y flotante cuya anatomía se apropia de un territorio vacío.
Esta primera impresión evidencia la intención de la curaduría sutilmente lograda. Permitir que la obra firme y sedentaria maciza anclada en volumen y mazas dialogue y se libere de sus ataduras formales para despegarse con el vuelo de la suspensión y de la movilidad a cuyo viaje invita Calder.
Estamos frente a un desafío visual que provoca una reflexión plástica sobre los resultados logrados tanto en pintura como en escultura con el trazo de la línea y las formas del cuerpo. Picasso se obsesiona con la insistencia de evidenciar siempre, tanto en la pintura como en la escultura, la anatomía femenina desde la niñez hasta el estado de embarazo. Sin embargo, parece que Calder se dejaba llevar por un trabajo directo con la materia sin intención de forma ni sujeto, y que a medida que iba trabajando la dirección se aproximaba a un resultado inesperado.
Si exploramos los temas figurativos como los temas abstractos, esta exposición Calder Picasso, es una muestra de estudio e investigación sobre el vacío y el espacio en las dos obras de estos dos artistas mayores y fundamentales del siglo XX. La ocupación del espacio llevada a la totalidad de composición permite entender todo el referente de las limitaciones y de las libertades dentro y fuera de la tela. Indiscutiblemente Picasso necesitaba el marco tanto en el sentido metafórico como en el geográfico. Picasso se apropia y ocupa territorios visuales, los compenetra y se adueña de ellos con una factura firme, posesiva. Calder es atmosférico, fuera de marco, fuera de territorios en el sentido de espacio terrenal. Es celestial y aéreo, de ahí una suspensión de artefactos cuyo movimiento puede surgir por la eventualidad y el azar del viento. Se adueña del vacío con una gran curiosidad intelectual buscando lo que el mismo llamaba, “la grandeza inmensa”, es libre.
Picasso representa una dimensión más subjetiva, su yo está presente en cada uno de sus sujetos visuales como si fueran suyos. Es obvio que toda comparación frente a dos genios del siglo XX nos aporta los elementos comunes en sus experimentaciones plásticas desde la figuración hasta la abstracción. Sin embargo, estos dos artistas permiten observar que estamos frente a dos intelectuales que intentan captar el vacío, lo que nos provoca entender recursos para alcanzarlos.
Aquí tocamos el aspecto más metafísico de la creación artística. En esa tremenda soledad de encontrarse en la dinámica de exploración hasta dominar la idea y aterrizarla en una obra de arte.Partir de una tela vacía y llenarla de una composición geométrica de triángulos donde se divisa en un primer plano la figura de mujer como esqueleto metálico donde se integra en primer plano el volumen carnal en una alegoría existencial entre mar y tierra. Esto lo sugiere Picasso. Sin embargo, Calder escenifica sobre papel geometrías dislocadas con exclusivos puntos de encuentro de la línea en el triángulo con efectos de una adivinanza posible del sujeto humano fraccionado como si el cuerpo fuese arquitectura.
Estas dos obras llaman a una reflexión sobre los resultados visuales de dos artistas de un mismo tiempo que apenas se conocieron, pues solo contaron con cuatro encuentros en sus vidas. Es increíble pensar la compenetración de formas y las alegorías anatómicas entre dos artistas que nunca trabajaron juntos para alcanzar una tal sinergia plástica. Es ahí donde podemos aplaudir el trabajo de estudio de investigación que el conjunto del Museo Picasso pone al servicio de su público.
Hay también en esta exhibición la obra monumental roja de cartón duro de Calder que llama a múltiples interpretaciones, donde entre formas honoríficas y humanas tenemos en ella la obra magistral de mayor gravedad y pesantez llamándonos en sus mazas a señalar de nuevo la masificación de Picasso, cuyas piernas y brazos y senos y vientres y caderas pueden adherir a las formas abstractas de Calder.
Durante la visita de esta colección de ciento veinte piezas presentadas, se sentía al público inquieto y sorprendido, pues la exquisita presentación museográfica pone de realce la conectividad de dos artistas literalmente opuestos, tanto en facturas como en técnica y pensamiento, pero sí cada uno de ellos convocados por el cuestionamiento metafísico del lleno y del vacío.
Cuando finalizamos la trayectoria nos encontramos en una sala intimista con una escultura de Picasso de una joven embarazada, de bronce revestido de negro, y en el techo recortes metálicos negros de Calder significan de manera dispersa el cuerpo de esa misma mujer como un puzle. Entendemos de metal recortado. Entendemos que la intención de invitar a Alexander Calder a dialogar con la obra de Picasso va más allá de la genialidad universalmente reconocida de estos dos maestros. Se trata de convocar y confirmar los resultados de dos artistas que por muy diferentes que puedan ser sus obras en presentaciones personales al reunirlas componen y proponen nuevas perspectivas sobre las múltiples aventuras del arte en la primera mitad del siglo XX. Cuestionar la figuración, para entonces liberarse de ella y reapropiarse de imágenes que trasciendan en obra de arte con una poética visual que provoca permanentemente una libertad de interpretación generosa de dos artistas que durante toda su vida manejaron su obra con oficio y pensamiento.
Este encuentro inesperado, Calder y Picasso, complementa la obra con un referente filosófico existencial del significado de la línea y de la forma.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas