¿Qué piensan los hombres sobre los feminicidios? ¿Qué piensan sobre el amor basado en el control y los celos? ¿Amar significa posesión y poder sobre la otra persona? En cada razón de violencia machista y de los feminicidios, queda sembrado en el imaginario social, pensamientos distorsionados y limitante, apoyado en un sistema de creencias discriminante, prejuicioso, de roles y estereotipos que infieren en el pensamiento de los hombres: “las mujeres son seres inferiores” “las mujeres deben dejarse dirigir y controlar por su pareja” o “las mujeres deben ser sumisas y obedientes y hacer lo que le dice el hombre”.
El imaginario del pensamiento dominicano se sitúa en la dimensión cognitiva y afectiva, para construir, percibir y comprender lo que los demás están sintiendo, viviendo o aprendiendo de las relaciones de parejas.
Desde lo afectivo, los estímulos percibidos a través de la violencia machista se corresponden a una valoración con estímulos negativos, pero reforzado en un aprendizaje que, aún en sectores profesionales, técnicos, medios altos y altos, se registran como hechos aislados, pero fuera del control de los hombres.
La toma de decisiones sociales conflictivas, la falta de discriminación para dañar la pareja, los hijos y al entorno, compromete la corteza prefrontal dorso lateral y ventromedial del cerebro.
El imaginario social frente a los feminicidios y a la violencia doméstica lo interpreta como fuerzas malignas: “se le metió el diablo a ese hombre”, “satanás le tomó el cuerpo y la mente”. Son respuestas simbólicas, dada la falta de contextualización para entender los procesos cognitivos complejos, el rol del aprendizaje socio-cultural que deja los estereotipos, la discriminación y los procesos perceptivos de la reducción de la mujer al plano de gratificaciones sexuales, laborales domésticas, al servicio del hombre y de la familia.
Esa visión reduccionista, estigmatizada y prejuiciosa del imaginario social, reproduce la indiferencia contra la violencia machista; pero también, refuerza los hábitos de control, de poder,de intolerancia contra la equidad y el respeto por las parejas, las mujeres y por los hijos.
Lo contraproducente es, que para el imaginario social la mujer es la figura de la madre, la asimila con admiración, respeto, gratitud; Pero en el plano de pareja, puede percibirla como la contrincante, el desafío, la desvalorización o la amenaza si se establecen diferencias o desacuerdos; Pero sobre todo , si hay desamor, separación o divorcio.
En el contexto sobre la angustia de separatidad, la percepción e interpretación del imaginario es la angustia del abandono, el desafío al poder, al musculo, a la inseguridad y el miedo de un hombre más inseguro, más frágil y más vulnerable en el plano psico-emocional y social.
El agresor de la mujer y de la pareja, nunca enfrenta a su rival, no es violento con su contrincante, ni identifica la nueva relación como desafío ni riesgo; Solo percibe a la mujer como la razón de sus miedos, de su angustia, de su propia inseguridad y de su baja autoestima.
El imaginario social ha perdido la capacidad de asombro frente a los feminicidios, y los medios de comunicación al exponerlo de forma traumática, pone en riesgo a cientos de mujeres vulnerables que terminan siendo víctimas de la violencia como control social y de su pareja.
Solo la educación, el desmonte de ese sistema de creencia y de actitudes cobardes e intolerante contra la mujer, puede humanizar, comprender y socializar la cultura del buen trato: “no me dañes, no te daño”.
Los feminicidios se sustentan en esa cultura machista, del control y de la posesión de la mujer como propiedad privada de un hombre temeroso, inseguro, lleno de huellas emocionales y somáticas que se activa cuando se habla de la angustia de separatidad no resuelta. Los hombres que establecen relaciones afectivas y emocionales basadas en la equidad, el equilibrio y en el amor sano, son las respuestas al imaginario social.