1961: El Año de la Libertad; El gran robo de los Trujillo

1961: El Año de la Libertad; El gran robo de los Trujillo

Reseña de EL Caribe sobre lo incautado en el Yate Angelita.

PATRICIA SOLANO Y
JUAN MIGUEL PEREZ

Algunos detalles del robo fueron conocidos porque el gobierno dominicano, con Balaguer al mando, logró hacer que se devolviera el Yate Angelita, y una vez en puerto, las autoridades incautaron maletas con sumas grandes de dinero en efectivo. Una de ellas, que decía “Radhamés” en la parte de afuera, tenía más de dos millones de pesos.

El total de lo incautado en efectivo, y depositado en el Banco de Reservas fue de RD$4,560,937.00. Llevaba además joyas con piedras preciosas y una cantidad importante de lingotes de oro que estaban en el Banco Central, también saqueado por los Trujillo antes de huir al extranjero.


Antes de volar el lunes hacia la Florida, José Arismendy Trujillo (Petán) retiró del Banco de Reservas una suma millonaria en efectivo. Cinco días después la historia era contada en cables de Asociated Press y reportado por El Caribe, periódico que había sido, apenas semanas antes, propiedad de la familia del tirano.

El asalto no era nuevo. Existe suficiente evidencia sobre el dinero expatriado por los Trujillo el último año, esto es, 1960, cuando ya la situación política se había deteriorado a un punto peligroso para la dictadura.


En los meses que siguieron al ajusticiamiento del dictador, sus hijos hicieron “donaciones” al pueblo dominicano de valores que en realidad ni se acercaban a las cantidades depositadas en bancos extranjeros. Se trataba de acciones en compañías que, una vez fuera del país, iban a ser difícilmente vendidas por los “dueños”, tales como las de la Compañía Dominicana de Aviación, aunque Ramfis llegó a engañar a uno que otro amigo (dicen que Porfirio Rubirosa fue uno de los que cayó en el gancho) con la venta de acciones del Ingenio Colón.

Como tierras y vacas eran posesiones imposibles de llevar, los Trujillo llegaron a donar algunas de sus fincas. Los “generosos” gestos eran resaltados con enorme despliegue en la prensa de esos días.


El pueblo, aun sin grandes detalles, intuía la dimensión del robo. De ahí la reacción cuando se supo que los Trujillo se habían ido: turbas exaltadas entraban a casas y fincas, arrancaban lámparas de pomposo lujo, desprendían ventanas y hasta con inodoros en las manos llegaron a cargar. Lo hicieron en casas de las familias del tirano y de conocidos testaferros, como la que tenía Victor Sued en Puerto Plata.

Las fotos de la furia aparecieron en el periódico La Nación el día 27 de noviembre: gente vaciando la casa de quien era el administrador de la Chocolatera, una de las empresas mediante las cuales Ramfis expatriaba divisas.

La turba saqueó y destrozó igualmente la Junta Municipal del Partido Dominicano, y así sucedió en casi todo el territorio.


Pero el país no logró recuperar cabalmente lo robado, pues aunque el Estado expropió bienes y congeló cuentas, la impunidad logró privar al pueblo de algo que no tenía precio: la confianza en la democracia y en la justicia, y ese fue el mayor robo de todos los cometidos por el régimen de Trujillo.