Conjurar la violencia: la poesía política de Julia de Burgos
La poeta fue una abanderada de la poesía política contestataria. Una de las primeras voces de la escritura comprometida en la poesía escrita por mujeres en América; como la ha llamado Torres Santiago, es una poeta militante.
Julia de Burgos mostró muy temprano en su vida poseer una conciencia para enfrentar la violencia económica, social y política. Cuando ella entra a la ciudad letrada y a la polis en la década de 1930, otras mujeres habían comenzado el camino de una conciencia femenina en áreas como la educación, la salud o el trabajo industrial. Miles de puertorriqueñas trabajaban en la industria de la aguja y otras tantas eran despalilladoras de tabaco.
Las primeras publicaciones que hace la autora desde 1935 en la revista “Alma Latina”, “Puerto Rico Ilustrado” y el periódico “La Acción” muestran un interés por conjurar las formas viajeras del arte con la situación de muerte y violencia política. Asimismo, como el deseo de constituirse en una voz civil que entrará a la polis con pasos firmes. De ahí la publicación de sus poemas patrióticos y su ubicación en la vanguardia política al ser la poeta contestataria de la violencia como la que se escenificó en La Masacre de Ponce (1937), la muerte de los nacionalistas Rosado y Beauchamp, luego de los asesinatos políticos de Río Piedras (1935). Julia de Burgos se distinguió en la lucha por la liberación de los presos políticos y su solidaridad con los republicanos en la Guerra Civil española.
La poeta fue una abanderada de la poesía política contestataria. Una de las primeras voces de la escritura comprometida en la poesía escrita por mujeres en América; como la ha llamado Torres Santiago, es una poeta militante. Pero la poesía política en Puerto Rico no comienza con ella. Cabe al joven Luis Palés Matos darle una mirada política y social a su pueblo desde una época muy temprana. Palés vino a ensanchar la escritura de un tema que otros poetas como Llorens habían tocado; el de la situación social en que se encontraban las masas puertorriqueñas y los efectos del capitalismo modernizante que se representaba en la central moderna traída al Caribe en el siglo XX.
Palés Matos escribirá poemas que quedan relegados por la celebración de su poesía negrista que denuncia la sociedad establecida a la vez que mira el otro paisaje puertorriqueño, aquel que ocupan las clases subalternas. En los primeros poemas políticos de Julia de Burgos se nota la influencia de García Lorca y una reescritura del romance español; en algunos de ellos de siente el ritmo de la elegía “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Algunos autores han visto la influencia de Pablo Neruda y yo recalco la influencia de Darío y el modernismo, así como ese dios tutelar que era Walt Whitman.
Julia de Burgos se va a inscribir desde su primer libro “Poema en veinte surcos” (1938), en varias de las corrientes de la poesía puertorriqueña y a la vez tendrá con ellas un diálogo que convertirá muchas veces en un anti-discurso poético. Construido por una voz femenina de conciencia y que une la poética a la política y el pensamiento a la acción. Ha de notarse en su poesía, como ejemplo pongo el poema “Río grande de Loíza”, una entrada en la tendencia romántica que inicia Santiago Vidarte y que continúan Gautier Benítez y Gualberto Padilla, una mirada a la isla como arcadia, como barca, como novia atlántica irredenta (López Jiménez, 2002).
Esa evocación del paisaje deja mirar a un ser en medio de un mundo bucólico, de luces y cielo, de tierras y montañas, de amaneceres, ensueños y esperanzas. Una isla perdida en el mar entre la belleza del azul del cielo y el verdor de las montañas. Las miradas de Julia y de Palés, reescriben esa mirada que seguirán en el siglo XX Llorens y Corretjer. Es una mirada social y étnica; la de Palés con su teoría de la poesía antillana (1930) y la de Julia de Burgos con la construcción de un sujeto negro en el poema “Ay, ay, ay, de la grifa negra”.
Hay muy poco en la poesía de la autora de “Canción de la verdad sencilla” (1939) de los presupuestos teóricos de los movimientos de vanguardia. Posiblemente estuvo más cerca del Integralismo de Luis Hernández Aquino, por su inmersión en la tierra, por su latinoamericanismo. Pero la poesía de Burgos, si tenemos en cuenta su primer libro, respira los aires del modernismo. Una escuela o un grupo de creadores con la fuerza del simbolismo y la belleza del parnasianismo. A pesar de esto, Julia ya veía el modernismo como pasado. Ahora bien, retoma las formas para exorcizar la atención del espectador. Su poesía tiene un carácter civil y debe encontrar en las formas y en los ritmos de la cultura literaria un pináculo para lanzar sus ideas de cambios y transformaciones.
Así podemos enmarcar sus poemas políticos dentro de las corrientes amatoria, romántica, modernista, pero con la mirada que ella había dado al otro paisaje puertorriqueño. “Desde el puente Martín Peña” y “Somos puños cerrados” son los poemas que instalan en el decir un discurso social; mientras que, “Río grande de Loíza”, entrado en la corriente paisajística de la poesía puertorriqueña, es un canto a la patria irredenta. Como en “A Julia de Burgos”, donde dos sujetos femeninos, en dos tiempos, elaboran dos discursos e instalan una utopía ya muy bien declarada en “Desde el Puente Martín Peña”.
El intimismo desarrollado por mujeres poetas como Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Gabriela Mistral es trocado en la obra de Burgos con el discurso de la mujer como fuerza; como constructora de “surcos nuevos”. El decir de Julia Burgos contradice las ideologías epocales que someten a la mujer a la vez que retoman el erotismo para conjurar la violencia establecida por el poder contra el cuerpo.
La década del treinta no solo hace de los sujetos cuerpos y signos para la plusvalía, sino que ataca el cuerpo cuando entra a la ciudad. Sus escenarios son La Masacre de Ponce (1937): la muerte de los nacionalistas, la prisión y el exilio. Mientras que el cuerpo de la mujer no deja de correr el mismo destino; es útero que acrecienta la producción de hijos; es sufrimiento en la casa y fuerza en la industria. Las ideologías tratan de dominar su sexualidad. Julia retoma el erotismo que ya habían inaugurado otras mujeres, como Clara Lair, Amelia Ceide y Martha Lomar, para conjurar esa violencia que aprisiona el cuerpo-mujer y liberarlo en el espacio del juego erótico y la proclama política.
De ahí que, el cuerpo que danza en “Danza negra” de Palés Matos, es visto y mirado por el mulato gozón en Julia; un cuerpo que también viaja al origen, busca la vida y se evade, convertido en cristales de hilo, a la playa lejana donde “algún fauno me estará poseyendo”. La poética de la libertad no es poesía del libertinaje. Burgos trabaja una estética unida a una ética del decir y del accionar. La liberación del cuerpo, de los sentimientos, de la sinceridad, hacen de Julia una poeta de la identidad femenina, de la diversidad y de la política que libera el cuerpo de todas las ataduras. De ahí que el discurso poético y político de Julia de Burgos siga siendo un planteamiento problemático. Ella va contra los valores y es antivalor de su tiempo y transita al nuestro. De ahí su contemporaneidad.