Haber sido testigo durante tres generaciones y la madrugada de una cuarta, representa más que una dicha, un privilegio.
Nos satisface poder realizar un imaginario viaje histórico en reversa sin paradas, ni saltos que avergüencen la conciencia.
Rememorar los episodios de la niñez, adolescencia, juventud, adultez y vejez sin sonrojos, ni bochornos, aún estando ellos en sus inicios con estrecheces, limitantes y retos que logramos vencer con la consigna del inolvidable cántico escolar de los Scout que se repetía en nuestra mente: “Siempre adelante, siempre adelante. Cumpliendo alegres nuestro deber. Siempre avanzando, nada hay distante. Es humillante retroceder”.
Con un ahora todavía cargado de nubes grises sobre un océano con mares de olas mutantes del coronavirus, redes sociales con informaciones y orientaciones divergentes que dificultan una sólida batida unitaria frente a la pandemia, tenemos que seguir orientando a la ciudadanía sobre la necesidad de dar una respuesta unitaria al mal que atañe al colectivo.
Si de guerra ha de hablarse tendrá que ser de batallas sanitarias en todos los frentes del conglomerado social. A medida que avancemos con éxito en la campaña de vacunación, mejores serán las perspectivas para la recuperación económica, pilar fundamental de la supervivencia.
Con la fuerza moral que nos imprime la experiencia de los años podemos vislumbrar el resultado de la contienda existencial. A sabiendas de que como individuos somos mortales, también estamos convencidos de que con nuestra capacidad reproductiva garantizamos la perpetuación de la especie. Vimos partir a tatarabuela, bisabuelos, abuelos, padres y hermanos, así como también hemos visto llegar a hija y nieta. No sucumbe a la especie, nos perpetuamos como generaciones. Es tarea de adultos mayores cargar de fe y esperanza a esa juventud que el inmortal poeta nicaragüense Rubén Darío bautizara como “Divino tesoro”.
Usando el pensamiento oriental digámonos todos: ¡tiempos de oportunidades! Los retos son los que permiten crecer ante la adversidad hasta llegar a ser colosos de la historia. ¡Nadie se muere en la víspera!, así solía repetir mi padre; mi abuela paterna, fervorosa creyente, arengaba: ¡Mientras el alma esté dentro del cuerpo hay que luchar por la vida! Yo, escudado en los miles de mensajes postrimeros de los que hoy son cadáveres os digo: Solamente cuando se haya producido daño cerebral irreversible diremos que alguien ha fallecido.
Corazón y cerebro son los órganos garantes de nuestra condición de entes biológicos, psicológicos y sociales. El sistema nervioso central genera y alberga nuestros pensamientos. El mito ha hecho del corazón el símbolo del amor. Ambos necesitan ser alimentados con grasas, carbohidratos, proteínas y agua. El ambiente provee el aire puro del cual extraen los pulmones el oxígeno indispensable para vivir.
¡Salud, sustento económico y mucho amor para todos en el 2022 y siempre!
El sistema nervioso central genera y alberga nuestros pensamientos
Corazón y cerebro garantizan nuestra condición de entes biológicos…
El mito ha hecho del corazón el símbolo del amor