Lamentablemente el ruido que espanta la tranquilidad y altera el necesario descanso forma parte de una subcultura que está instalada en la forma de vivir de muchas de las gentes de nuestros barrios y vecindades. Es un desafuero altisonante y exhibicionista de algunos que por la potencia de un equipo y la capacidad de sus bocinas imponen la música que todos tienen que oír aunque no quieran ni les guste.
La medida del servicio de emergencia 9-1-1 de atender denuncias por ruidos excesivos y molestosos requiere de un protocolo que permita establecer, antes que nada, vías formales de entendimiento entre los vecinos para que ellos mismos se anticipen y prevean esta desagradable situación de violencia sonora que azota nuestros barrios y, de esa forma, reducir al mínimo la presencia efectiva de las autoridades para atender directamente estas alteraciones del orden público.
La intención de disminuir los ruidos que alteran el descanso y la paz a la que todos tenemos derecho, debe ser promovida sobre la base del respecto, de un sano sentido de convivencia y de la búsqueda de mejora en la calidad de vida, como valores que contribuyen al bienestar de todos.
No tenemos idea de la enorme contribución que se la hace a la sana convivencia y al establecimiento de relaciones cordiales y de respeto entre vecinos, cuando a través del diálogo podemos garantizar el sosiego, la reflexión sensata y hasta el disfrute de nuestras facultades creativas y emprendedoras, porque gozamos de un ambiente que permite el recogimiento de espíritu en el silencio apacible de un descanso reparador.
La gente de nuestros barrios, atiborradas de problemas que le generan desesperación y ansiedad, necesitan espacios que les permitan sustituir, en lo posible, la vocinglería por diálogo, los gritos que crean discordia y malestar, por las conversaciones en las que se construyen la relaciones solidarias y se crea el necesario acercamiento que facilita las soluciones conjuntas de situaciones y dificultades que tienen impacto en todos los vecinos.
Las medidas del 9-1-1 necesitan mayor edificación sobre la salud ambiental en relación a los ruidos. Se necesita un protocolo de entendimiento entre vecinos que evite las “llamadas chismosas”, y solo aquellas necesarias y bien ponderadas. Todos necesitamos saber que lo normal y saludable es la percepción de sonidos agradables y de intensidad tolerable y hasta el mayor silencio posible. Anormal son los ruidos altisonantes, molestosos y continuos. Estos últimos, tienen graves efectos sobre la salud física y emocional de las personas, y propician la creación de ambientes sociales hostiles, conflictivos y violentos.
Como tarea de sociólogos, religiosos, autoridades civiles y comunitarios, necesitamos un protocolo de líneas generales sencillas, manejable para todos, que explique, apuntando al sentido común, las implicaciones y daños de los ruidos contaminantes. Este protocolo será un aporte a la convivencia, al respecto y al entendimiento entre vecinos. El mismo deberá considerar los puntos centrales para el control de situaciones y hechos en un ambiente de cordialidad y respeto. Solo se requeriría de la presencia de las autoridades para que impongan por la fuerza, lo que a pesar de los esfuerzos sensatos, no se pudo lograr por medio de la razón y el diálogo.