Cuando Martin Heidegger, habiendo renunciado al rectorado de la universidad de Friburgo, donde trató de configurar sin éxito el programa académico del nazismo, se reincorporó a su ordinaria labor docente, desencantado pero no arrepentido de su colaboración con los nazis, un colega le preguntó irónicamente: “¿Qué tal tu viaje a Siracusa?”. Con esa pregunta aludía al intento de Platón de transformar a Dionisio, tirano de Siracusa, en un rey-filósofo, aventura fracasada que le costó ser esclavizado y casi la vida.
Carl Schmitt, a pesar de ser un crítico de la Constitución de Weimar y defensor del presidencialismo de Hindenburg, colaboró hasta el último minuto con los cancilleres conservadores Bruning, Von Papen y Scheleicher tratando de evitar el ascenso al poder de Hitler y los comunistas mediante el uso de los poderes excepcionales presidenciales, hasta que, al final, no le queda otro camino que inscribirse en el partido nazi y dedicarse a la defensa del régimen nazi y a la crítica del influjo judío en la ciencia jurídica, hasta que los mediocres y envidiosos abogados nazis logran expulsarlo del círculo del poder, teniendo que dedicarse a partir de 1936, como simple y simbólico consejero del Estado, a inaugurar la disciplina de las relaciones internacionales, exponiendo la teoría de los “grandes espacios”, inspirada en la doctrina Monroe, que nada influyó en el devenir de la expansión militar nazi por toda Europa.
Puede leer: Hierba bajo elefantes
Si observamos el gobierno de Trump, no aparece un Heidegger o un Schmitt porque los conservadores estadounidenses, o bien callan ante los desmanes de Trump, o bien lo apoyan o son sus abiertos críticos. Para entender las bases ideológicas del trumpismo hay que convertirse en el dúo Bergier & Pauwels que, en El retorno de los brujos, vinculan el nazismo a cultos esotéricos y aberrantes cosmogonías.
En efecto, descartadas las ideas de quienes entienden que las políticas de Trump reviven las estrategias de Kissinger o significan un simple retorno al aislacionismo estadounidense, nos encontramos con un panorama ideológico desolador, en donde sobresale Curtis Yarvin, un desaliñado ingeniero informático de 51 años, transformado en gurú antisistema, bloguero conocido bajo el alias de Mencius Moldbug, con una obra sin ninguna base científica ni filosófica.
Para Yarvin, miembro de la llamada “Ilustración Oscura”, hay que combatir el establishment liberal -lo que él llama la “Catedral”- y convertir las democracias liberales en dictaduras lideradas por CEO, como Musk, en países que pasen a ser propiedad de empresas. Para Yarvin, la batalla cultural contra el progresismo liberal solo podrá ser ganada cuando los “hobbits”, el pueblo llano de los “deplorables”, se una con los “elfos oscuros” (intelectuales reaccionarios) contra los “elfos de la luz” (los intelectuales liberales). Yarvin propone, además, abandonar Europa para que sea conquistada por Rusia, convertir a Gaza en un destino turístico y de inversión, y adoptar un programa llamado “RAGE” (Retirar a todos los empleados del gobierno, Retire All Government Employees), todas ideas posteriormente avanzadas y/o implementadas por el triunvirato Trump/Vance/Musk.
Este triunvirato, siguiendo a Milton Friedman, se ha aprovechado de una crisis (creada deliberadamente desde el poder de una “presidencia imperial” absolutista), tomando medidas conforme las ideas de la derecha neoreaccionaria para hacer “que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”. ¡Dios, ampáranos en este tragicómico baile de San Vito!