PEQUEÑAS MUERTES
Los sueños son pequeñas muertes
tramoyas anticipos simulacros de muerte
el despertar en cambio nos parece
una resurrección y por las dudas
olvidamos cuanto antes lo soñado
a pesar de sus fuegos sus cavernas
sus orgasmos sus glorias sus espantos
los sueños son pequeñas muertes
por eso cuando llega el despertar
y de inmediato el sueño se hace olvido
tal vez quiera decir que lo que ansiamos
es olvidar la muerte
apenas eso, Mario Benedetti.
Ansiaba que llegara el mes de octubre para realizar la nueva estancia de investigación en Madrid y así salir del ruido cotidiano de una ciudad que cada día es más caótica e invivible; alejarme de las voces-bocinas que ensordecen con argumentos vanos y banalidades puras; distanciarme para no ser testigo de una realidad que golpea y lastima la conciencia.
Me alejé de mi propia realidad para llegar a una ciudad que he aprendido a amar por la calidez de sus habitantes y por la tranquilidad y belleza de sus calles y edificios. Pero aquí, en este país del primer mundo, también hay problemas. Barcelona está de patas arribas porque los separatistas no aceptan la sentencia del juicio del 1-0, al condenar a penas de hasta 13 años a los 12 líderes independentistas de la Cataluña. Han tomado las calles. Han destruido bienes públicos y privados, provocando una crisis política, social y económica en toda la zona. Las posiciones se han radicalizado. Y España está inmersa en un proceso electoral y por eso el gobierno de Pedro Sánchez no toma posición frente a la grave crisis que vive esa región.
Mientras esto ocurría, en Ecuador los indígenas tomaban las calles de Quito. El presidente Lenín Moreno, temiendo por las vidas de los miembros de su gabinete, tuvo que trasladar la sede del gobierno a Guayaquil. Más de 10 mil indígenas irrumpieron en la capital de su país exigiendo la eliminación del decreto que eliminaba las subvenciones a los combustibles.
En nuestro país ocurrió lo que se esperaba. Una arrolladora mayoría le dio el triunfo a Luis Abinader en contra de Hipólito Mejía. En el caso del PLD nadie podía predecir quién iba a ganar pues estaban realmente parejos; de hecho, las cifras que favorecieron a Gonzalo Castillo no eran ni por asomo arrolladoras. Esto que ha ocurrido se veía venir. Era cuestión de tiempo. El PLD está dividido. Los intereses de grupo se impusieron.
La distancia me ha permitido reflexionar. La historia de nuestros partidos ha vivido el eterno signo de la división. En el siglo XIX, existían dos supuestos partidos el Azul y el Rojo, que en realidad eran agrupaciones sin estructura. Las constantes luchas intercaudillistas, provocaron la salida de algunos líderes, como Ignacio María González, que creó el partido Verde o los “rojos desteñidos”. Al inicio eran los partidos Bolos y Coludos, cuyos enfrentamientos, alianzas coyunturales y las desalianzas posteriores eran el signo de sus cortas existencias. A mediados del siglo XX, el Partido Reformista de Balaguer tuvo un hijo bastardo, el MIDA; agrupación que al morir el líder se desintegró en varios pedazos. El mítico Partido Revolucionario Dominicano, hoy no es ni sombra de lo que fue, y vive gracias a su alianza con el sector de Danilo Medina en el PLD. El PRM, un nuevo-viejo partido, gana presencia por el descontento creciente en la población producto de la expandida corrupción estatal. Los pequeños partidos, que no son nada emergentes, no representan ni el 1% de la población electoral. Esto evidencia que en el país los partidos tradicionales todavía tienen el favor del voto mayoritario.
¿Qué pasa con este mundo que camina con tropiezos, que se enfrenta por la defensa de intereses egoístas y no por el bien común? ¿Qué pasa con estos gobernantes que solo tienen visión inmediatista, y no piensan en el futuro de sus propios hijos? ¿Qué pasa con mi generación, la misma que soñaba con una nueva sociedad más justa, y ahora se ha enquistado en el poder y se ha sumergido en una carrera de ambiciones sin límites? ¿Qué pasa con mi generación, la que hoy somos sesentones, los jóvenes de ayer que soñábamos con un mundo nuevo, y sin embargo hemos pisoteado nuestros principios y nuestras ilusiones? ¿Qué pasa con nuestro país que somos incapaces de tener un servicio exterior de calidad? Con escasas excepciones, muchos de nuestros representantes son ejemplares como “la torita” (¡Dios que vergüenza!). Me asquean esas decisiones tomadas y motivadas por el asqueroso sexo como negocio.
Confieso que tengo maltrecha mis ilusiones. Han transcurrido 19 años del siglo XXI y todavía estamos viviendo, en nuestro país y en otros países del continente y del mundo, los mismos problemas.
¿Acaso soy yo la equivocada? ¿Acaso no es posible soñar con un mundo mejor? ¿Acaso las luchas heroicas que se han librado en la historia para legarnos una mejor herencia no han servido para nada?
Quizás con los años ya no quiero los grandes cambios, como antes. Solo deseo un país en el que sus representantes piensen en la mayoría del pueblo, que no se sigan comprando conciencias. Solo quiero un país que respete la Constitución y las leyes. Solo quiero unas instituciones estatales con personal capacitado y con carrera administrativa de servicio civil. Solo quiero que el dinero de la educación no se desvíe, que se invierta bien, que los maestros sean evaluados. Solo quiero tener una policía seria, que confiemos en ella. Solo quiero gente honesta dirigiendo el Estado. Solo quiero que la corrupción se castigue con todo el peso de la ley. Solo quiero un Estado funcional, que se eliminen las botellas, que se eliminen las distancias abismales entre los salarios de los funcionarios públicos. Solo quiero empleadores que cumplan las leyes y asuman la responsabilidad social que les corresponde.
A mis años, me aferro a la esperanza, pero hoy, a miles de kilómetros de distancia de mi patria amada, reconozco que tengo las ilusiones maltrechas. Me siento herida, tan herida que quizás no cuente con las fuerzas para recuperar el deseo de seguir luchando. Tengo derecho a sentirme frustrada, aunque siga siendo maestra y defienda el optimismo. Hasta la próxima.