A José Silié Ruiz: balance de vida

A José Silié Ruiz: balance de vida

José Miguel Gómez

El hombre que va en ese ataúd, es un hombre labrado y con una vida esculpida entre el cerebro, la neurociencia, la cultura y la buena vida. La transitoriedad de Silié Ruiz fue positiva y sana; aportó, curó, fue remedio para muchos y ungüento y calma para otros. Fingía que no le asustaba la muerte, pero vivía con una intensidad increíble hacia la conquista de la felicidad positiva.

Siempre le sedujo la lectura, los libros, la buena música, la poesía, la filosofía y la ética.

Defendía lo que creía, a su setenta y dos años había alcanzado la madurez: viajaba ligero, aportaba conocimiento, sabia elegir caminos sabios y palabras sabias. Esquivaba la mezquindad de la vida y la miseria humana de las personas pobres de espíritu.

Mi amigo José Silié era un hombre alegre, le salía el niño juguetón y travieso cuando en la piel sentía esos momentos felices de los que hablaba y digería.

Su balance vital fue de donación y entrega, escribía una columna semanal de neurociencia, de medicina y de cultura general; acudía a los medios para aportar, iba y participaba en tertulias, academia y encuentros después de descubrir que ya no vivía para él, sino para el otro, descubriendo el verdadero significado de la existencia plena.

El hombre que va en ese ataúd, tiene una hoja de vida que soporta auditoria. Siempre fue buena noticia. Vivió del trabajo, de la remuneración escasa, pero bien administrada; del arte de la medicina y de la palabra.

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Leszek Kolakowski aporta sobre la muerte, diciendo: “si el ser humano es un valor absoluto, la muerte no puede ser mas que una tragedia absoluta y cuando muere un ser humano el mundo cambia y pierde algo de infinita valía”. La muerte es un acontecimiento tan verdadero y tan inexorable que no nos queda más remedio que aceptarla, certifica Thomas Merton.

El hombre que va en ese ataúd, fue buen hijo, un buen padre, buen marido y buen amigo. Pero también, un buen médico, hermano de sus hermanos, un buen ciudadano y buen académico.

Mi amigo Silié Ruiz, vivía un proyecto de vida; quería seguir escribiendo, aprovechar una jubilación a media para continuar viajando en busca del conocimiento, la cultura y disfrutar los nietos y los hijos, para transmitir las vivencias, las habilidades y destrezas del que había contemplado la vida de forma pausada y serena.

José, vaya tranquilo amigo, las semillas y los frutos están cosechados.

El balance es positivo, construido escalón por escalón, a pura disciplina y constancia, sin distraerse y sin dejarse conquistar por lo banal y lo tangible.

El hombre que va en ese ataúd, me merece respeto, admiración y silencio. Lo recordarán siempre por sus sabias palabras y sus sanos consejos. Por la calidad y calidez de su tiempo.

Siempre estuvo detrás de la puerta, cuando le toqué su puerta. Siempre fue a la tertulia para reflexionar sobre el amor, el cerebro, la felicidad, las nuevas agonías de la posmodernidad. Era un hombre de montaña y playa, de salud positiva y del gregarismo familiar para celebrar la vida. Paz y conformidad para sus familiares.

Hasta luego amigo José Silié, vaya en paz, con la conciencia tranquila y el regocijo del deber cumplido, que la tierra te sea liviana y eternidad te sea grande para acogerte.

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