Al mal del agua que se desperdicia ahora se suma la que deja de caer

Al mal del agua que se desperdicia ahora se suma la que deja de caer

La negación climática de caudales a las tomas que alimentan al acueducto de Santo Domingo y a otros más castigados por el estiaje convoca reciamente a los usuarios a hacer uso del agua potable con un sentido del ahorro que no ha tenido mucho arraigo en este medio. Un recurso natural amenazado desde antes por la destrucción de los factores que propician lluvia y por daños a lechos de ríos, riberas y vertidos contaminantes ingresa a su ausencia estacional del 2023 o sequía cuaresmal que cada año resulta más crítica a resultas de las agudas y continuas agresiones a las cuencas.

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A ellas se suma que la capacidad institucional de corregir fugas en tuberías principales y privadas es insuficiente para el volumen excesivo de pérdidas por obsolescencia de líneas primarias y por la desidia de consumidores que no aplican correctivos a las averías en sus espacios en los que dejan correr el agua que no han de beber. Una epidemia permanente de falta de civismo castiga a los sistemas potabilizadores.

La incapacidad estatal y municipal de llevar el suministro de agua para consumo humano a la categoría de servicio esencial pagado por la mayoría de quienes lo reciben, ricos y pobres, ha sido para este país más desastrosa que los descensos de pluviometría porque disponer de agua sin tener que pagarla fomenta usos irracionales y dispendiosos. A lo que nada nos cuesta…