Entiendo perfectamente las inquietudes y deseos de la vicepresidenta de la República, doña Raquel Peña, de volver a las aulas universitarias en su querida PUCMM simultáneamente a su rol en el Palacio Nacional en una posición de absoluta confianza del primer mandatario Luis Abinader, quien ha encontrado en ella un soporte significativo en todas las tareas asignadas dentro y fuera del país.
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La docencia es compatible con cualquier función pública por lo que ella está en su derecho de ejercerla, pero el meollo del asunto no radica en ese aspecto sino en que su papel de segunda mandataria de la nación, responsabilidad que conlleva dedicación 24/7 y más en estos momentos en que el Poder Ejecutivo está enfrascado en una serie de reformas que conllevan muchas horas extras de trabajo y dedicación.
Un período gubernamental pasa rápido y estoy seguro de que, en el futuro, doña Raquel tendrá tiempo de sobra para, desde las aulas, seguir haciendo sus valiosos aportes a la formación de los jóvenes universitarios, pero ahora pienso que debe consagrarse, a tiempo completo, a contribuir con la conclusión exitosa de un presidente que depositó en ella su confianza al escogerla como compañera en su lucha por el adecentamiento, institucionalización y progreso del país.