¡A media asta!

¡A media asta!

A los hombres se los juzga, a veces, por una sola actuación, por un solo hecho y si decidimos juzgar al Profesor Rafael Molina Morillo por un gesto, por una acción, lo hago por una sola actitud asumida en un momento difícil.
Si se acepta, encomio, elogio e intento imitar a mi Profesor de la Escuela de Periodismo de 1962, quien demostró en el momento más difícil e importante de su generación y de la mía, en el cual era preciso conjugar la honradez, el valor, el sacrificio y el amor a la Patria, para defenderla del extranjero que hollaba nuestro suelo en una acción perversa donde la mentira, el asesinato, el abuso y la tortura traídos por los invasores eran presentados como oro de buena ley.
De buena ley y construido con el oro del corazón, del amor a la Patria, del amor a sus semejantes, fue la decisión y ejecución de la creación e impresión de la portada de aquel número de su revista ¡Ahora!, la cual, sobre un fondo negro, tenía una Bandera Nacional arriada hasta la mitad y un solo titular, un extraordinario grito de guerra que decía: ¡A media asta!
A media asta estaba colocada entonces la Bandera Nacional, mancillada por los enemigos internos y por sus mentores, los enemigos externos, quienes intentaron acallar las voces de protesta pretendiendo eliminar las noticias que debían servirse por la radio y la televisión, para que sólo se escuchara la desinformación de la voz oficial de los Estados Unidos y la de sus lacayos de la emisora de la base aérea de San Isidro.
Bajo la metralla, bajo el miedo, bajo la persecución, con el sonido de las botas de los enemigos quienes perseguían a los defensores de la libertad, de aquellos a quienes Juan Bosch había llamado “soldados del pueblo y militares de la libertad”, el profesor Rafael Molina Morillo, prácticamente sólo, sin ayuda, imprimió un último número de su revista, cuando sólo la vergüenza, el sentido del deber y el patriotismo, le daban fuerzas para luchar desde su trinchera: el periodismo.
Aquel número de ¡Ahora!, que debía estar colocado en la entrada de la Escuela de Periodismo de la cual fue su primer director en la actual etapa, fue usado por mí, desde mi posición en el Comando Constitucionalista, para publicitar los escasos artículos y aquel contundente editorial, a través de las precarias emisoras del Movimiento 14 de Junio y del Partido Revolucionario Dominicano, entonces bajo mi supervisión.
Ahora que el Profesor Rafael Molina Morillo cumple su tránsito por la vida, colocad la Bandera Nacional a media asta, como él la distinguió en su nunca igualada e inolvidable portada de su revista ¡Ahora!

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