Este martes la República Dominicana siente los efectos directos de huracán Beryl, calificado por los expertos meteorológicos como el más precoz registrado en la temporada de ciclones del Atlántico, y que ha azotado el sureste de las Antillas con máxima fuerza dejando hasta ahora cuantiosos daños y al menos cinco muertos por su paso en Granada, en el archipiélago de San Vicente y las Granadinas, y en la costa de Venezuela.
Por su ubicación y posición geográfica, somos un país insular que cada vez más siente los embates del cambio climático. Estos efectos van desde altas temperaturas de los océanos, sequía, incendios forestales, aumento del nivel del mar y mayor frecuencia e intensidad de los extremos climáticos y meteorológicos que desde ya estamos enfrentando.
Puede leer: Cuando Trujillo está muerto pero el trujillismo sigue más latente que nunca
Beryl es el primer huracán de la temporada 2024 en el Atlántico, que va desde principios de junio hasta finales de noviembre. Los expertos afirman que es inusual que un fenómeno tan potente se forme a principio de la temporada.
A todo esto, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) estadounidense también pronosticó a finales de mayo una “temporada extraordinaria», con la posibilidad de entre cuatro y siete huracanes de categoría 3 o más intensidad.
El cambio climático es una realidad, aunque muchos insistan en negarlo, ya lo hemos visto los dos últimos noviembres y con extensos periodos de sequía que incluso ha golpeado a la agricultura, pero ¿cuál sería la solución o que podríamos hacer para hacerlo tolerante? La única forma hasta ahora comprobada en base a investigación científica es la adaptación, es decir aprender a vivir con este fenómeno.
Se trata de medidas orientadas a limitar los impactos, reducir las vulnerabilidades e incrementar la resiliencia frente al cambio del clima de los sistemas humanos y naturales, que incluye la biodiversidad,las costas, los bosques, las ciudades, el sector agrario, la industria, etc.
En este proceso de aprender a vivir con esta realidad todos y todas tenemos una cuota de responsabilidad: el Estado a través de las políticas públicas y los gobiernos locales; las partes interesadas a nivel sectorial; los grandes emisores de gases de efecto invernadero y la ciudadanía modificando su estilo de vida respecto al cuidado del medio ambiente y al consumo.
En noviembre del 2023 la 28.ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (COP28) se anunció el aporte de 476 millones de dólares para la puesta en operación del Fondo de Pérdidas y Daños por efectos del cambio climático en países en desarrollo, donde la República Dominicana ha jugado un papel clave en la creación y el diseño.
Dichos fondos deberán estar operativos a corto plazo y su aprobación era una de las principales metas de esta cumbre climática. Esperemos que los resultados de la aplicación de los mismos aporten a este proceso de reaprendizaje que contribuyan a la sostenibilidad.
La definición de cambio climático de la Convención de las Naciones Unidas incluye la frase “es atribuible directa o indirectamente a la actividad humana”, es nuestra responsabilidad comenzar a contribuir con un proceso que permita que sea lo más llevadero posible, de lo contrario todos sufriremos las consecuencias. Comencemos a saldar esa deuda. Hoy es Beryl, mañana serán muchos más.