A sus 112 años se supone que es el jamón más viejo del mundo y, en teoría, incluso se puede comer. Fue curado por primera vez por la compañía de carne Gwaltney en 1902, quedó olvidado en un almacén y terminó siendo donado a un museo en Virginia, EE.UU., el Isle of Wight County Museum en Smithfield.
Hoy parece como un pedazo de cuero viejo. Una caja especial lo protege de insectos y del moho y es descrito como el jamón comestible más viejo del mundo.
«Estaría seco y su sabor sería seco, pero no tendría hongos», destacó la curadora Tracey Neikirk al diario Wall Street Journal.
Como «piedra». El curado en seco –salar la carne y extraer la sangre– permite que el jamón se preserve y adquiera un mejor sabor. Sin embargo, la mayoría de jamones solo se curan por uno o dos años. No 112.
«Después de tanto tiempo y sin saber cómo se procesó el jamón es difícil saber si sería seguro comerlo», señaló un portavoz de la Agencia de Normas Alimentaria de Reino Unido (FSA, por sus siglas en inglés).
Para la mayoría de la gente, «comestible» significa algo más que tener la posibilidad de comer algo sin que te mate. «El jamón ibérico de cuatro a cinco años es increíble», dice José Pizarro, propietario de Pizarro, un restaurant español en Londres.
Pizarro afirma que ha escuchado hablar de jamones de hasta ocho años. Agrega que después de ese tiempo la grasa comienza a oxidarse y el gusto desaparece de la carne. Un sabor rancio aparece cuando la grasa amarilla se disuelve y a medida que pasan las décadas se volverá duro como una piedra e increíblemente feo.
¿El más viejo? Y más allá de ser comestible o no, falta ver si el jamón que está en Virginia es realmente el más viejo. En 1993 Michael Feller, un carnicero de la localidad inglesa de Oxford, compró en una subasta un jamón que tenía 101 años. Según él, lucía «más bien asqueroso» pero comestible, aunque no pensaba cortarlo.
Hoy, a sus 122 años, el jamón está colgado en la ventana de su local, sin que nadie le haya metido un mordisco.
El periodista gastronómico Jay Rayner se muestra indiferente por la batalla por el título de jamón más viejo. «Yo sospecharía de cualquiera que se emocione por la parte de atrás de un cerdo que ha estado colgado durante 112 años».
Los vinos y licores son una mejor apuesta. Rayner recuerda haber bebido un estupendo armagnac de 1865. Se había añejado bien con un sabor «penetrante y calentito» pero reconoce que la verdadera atracción no era su sabor. Era su «conexión con la antigüedad».
Lo cual quizás explique que haya una fiesta de cumpleaños por un trozo de cerdo reseco.