Amor a una madre. | Pablo Neruda amor, Neruda amor, Poema Pablo Neruda amor
Querida mamá, por donde quieras que te encuentres, te recuerdo, te venero, te extraño hoy más que nunca. Pensé que con el paso del tiempo tu partida se haría menos dolorosa, pero nos es así. Tus recuerdos me persiguen cada día, a cada instante.
Ahora que soy una mujer madura, empezando su proceso de aprender a envejecer, te recuerdo en tu alegría y tu permanente ánimo de disfrutar cada día como si fuese el último. Ese espíritu te acompañó hasta tu último día con nosotros.
Ahora que tengo tiempo y que la pandemia me ha dejado como regalo la soledad impuesta, te siento a mi lado, y pienso en ti. Me sorprende todavía cuán vivo tengo tus recuerdos. Las llamadas diarias y tu particular saludo: “Hola more”.
Nuestras confidencias cuando era adulta y creía, ilusa yo, que podía competir con tu sabiduría de mujer de pueblo y de tus amplias experiencias. Era feliz cuando podía compartir contigo mis dilemas, mis sueños, mis alegrías, preocupaciones porque entonces me abría al mundo profesional. Todavía están intactas en mi memoria tus palabras de aliento, y tu firmeza de que podría enfrentar los retos, desafíos y problemas que se me presentasen.
Aún tengo en mi alma tu mirada y tu silencio cuando te confesé que había fracasado en uno de mis proyectos de vida: mi primer matrimonio. Contrario al “te lo dije, que tanto esperaba, solo me abrazaste y me dijiste que tenía derecho a la vida. Al intentar rehacer mi vida junto a Rafael, tenía mucho temor. Mamá, que me conocía bien me dijo: “si te dan 10 años de felicidad los ganaste.
No te arrepientas sigue tu corazón”. Te hice caso y ya Rafael y yo tenemos juntos casi 3 décadas y hemos podido reconstruir nuestras vidas.
Ahora que estoy en tu posición, madre y abuela de alma y corazón, es cuando más te recuerdo. Tus nietos casi estaban completos. Solo Ana Lucía, la más pequeña de la tribu, nació pocos meses después que nos dijiste adiós.
Ella no pudo disfrutarte como los otros. Abuela Ana era lo máximo. Cada uno de los 19 nietos se sentía amado. No puedo entender cómo tu corazón podía ser tan inmenso para repartir tanto amor por doquier. Te alcanzaba para que cada hijo, cada nieto, cada amiga tuya, cada yerno, cada nuera, cada sobrina y cada sobrino se sintiera especial. No tenías IPAD ni IPHONE que te recordara los cumpleaños y cualquier fecha especial. Todo estaba anotado en una libreta de bolsillo que solo tú comprendías. Pero era efectiva porque el regalo, el detalle sencillo y amoroso estaba ahí, en el momento justo.
Ahora que estoy en tu posición, de madre y abuela de alma y corazón, intento actuar como tú. Tengo la dicha que no he de repartirme tanto; solo dos hijos, una nuera, un yerno y tres nietos. Cuando Lucas me abraza y quiere que sea su “lela” quien le da la comida, te recuerdo repartiendo los panes y los dulces entre los nietos.
Cuando Andrés se va con nosotros de fin de semana y quiere dormir en las costillas de su abuela, te siento más cerca, porque recuerdo que tu cama era la más dulce y sabrosa para que los niños vieran la televisión en tu habitación y brincaran en tu colchón y tu asentías sin enojos. Cuando mi nieto mayor, Rafael Eduardo, me hace alguna confidencia; te recuerdo también con Carlos, el mayor de los nietos tuyos y tu especial dedicación.
Ahora que estoy en tu posición de madre y abuela de alma y corazón, te siento más cerca. Mis conversaciones de adultos con Rafael Eduardo, mi nieto mayor, ya adolescente, me recuerdan las nuestras. Cuando conversamos lo dejo hablar y solo escucho, solo sonrío, solo trato que me sienta ahí, a su lado. Como lo hacías tú.
Ahora que soy una mujer entrada en edad, que ama su vida y sus experiencias vividas y acumuladas, te siento más cerca. Te recuerdo presumida, bien vestida y coqueta. Te emulo entonces, y ahora en la pandemia, encerrada, no dejo atraparme por la comodidad de las batas de ancianas con sus bolsillos laterales que permiten que tu cuerpo se expanda sin molestias, especialmente en el vientre.
No, le huyo a esa prenda. Me visto, me pongo mis aretes y mis collares y me siento frente al computador. Recuerdo la anécdota cuando te llamé y te dije que había una rebaja en la juguetería. Me respondiste: “si no me voy a vestir a la casa, prefiero pagar más caro. Después me verán y dirán, pero Ana si está abandonada.” Tuve que buscarte y llevarte a bañar y perfumar para luego ir a la tienda. El día que te dio el infarto fulminante, Muyien te dijo que la ambulancia estaba esperándote. Le dijiste: “báñame y ponme ropa nueva que así no salgo.”
Así te recordaré por siempre: bien puesta y elegante, pero sin estridencias.
Ahora que ya he recorrido mi ciclo, te extraño más. Tus hijos, en medio de sus dilemas y problemas existenciales, hemos mantenido el vínculo sagrado que nos une. Ahora que todos, los que tuviste por nueve meses en tu vientre, hemos alcanzado la edad de los recuerdos, la edad en que el futuro es ahora, te extrañamos y te veneramos más.
Ahora después de haber criado las proles respectivas, de que algunos hemos alcanzado el honor de ser abuelos, de haber sorteado las vidas de nuestros hijos, acompañándolos en sus ires, venires, vuelos, desvelos y caídas, te recordamos, te extrañamos y te añoramos más que nunca.
Ahora que he vivido más años de los que me resta por venir, me inspiro en ti, para arrebatarle a los días la energía y la fuerza para seguir caminando con alegría y con ganas de seguir tus pasos, hasta que el destino se detenga y me permita encontrarme entonces de nuevo contigo para abrazarnos para siempre.
Mamá, mamá, mamá ¡Qué palabra tan corta, simple y hermosa! La pronuncio y mi alma se estremece. Feliz día de las madres.