WASHINGTON .— A medida que el total de víctimas por el tiroteo en Las Vegas aumentaba rápidamente, funcionarios de la Casa Blanca exhortaron al presidente Donald Trump a que mostrara una respuesta mesurada: nada de tuits con especulaciones, ni fanfarronadas desmesuradas.
El jefe de despacho de la Casa Blanca, John Kelly, le animó a que enviara un tuit simple de condolencias. Sus asesores escribieron declaraciones sombrías en las que Trump citaba la Biblia. Algunas personas en el círculo del presidente se sintieron alentadas al escucharlo conectarse con la tragedia a nivel personal, al hablar de sus propiedades y llamarles a amigos en Las Vegas, en una señal de que él estaba captando el impacto del ataque.
Los consejos ansiosos de sus asesores mientras Trump se preparaba para reaccionar a la masacre son un recordatorio del problemático historial del mandatario en momentos tan delicados. Con frecuencia Trump ha tenido problemas al asumir un papel central de todo presidente estadounidense: consolar a la gente que está sintiendo un gran dolor, sin importar cuál sea su afiliación política ni si apoya o no la agenda de la Casa Blanca. Es una cualidad que raras veces se analiza o debate durante las campañas presidenciales, pero que puede moldear la manera en que la gente capta si su presidente tiene éxito o no.
Las dificultades de Trump para sentir empatía quedaron expuestas a plena luz la semana pasada cuando respondió a dos desastres al mismo tiempo con resultados muy diferentes.
A fin de cuentas, en Las Vegas el mandatario se apegó a los textos preparados de antemano, con lo que evitó polémicas y asumió el papel de consolador nacional.
Esa respuesta mesurada contrastó con la que dio a las víctimas del huracán María en Puerto Rico. Allí, el mandatario arremetió contra la alcaldesa de San Juan, exhortó a los funcionarios a que dijeran cosas positivas sobre su gobierno y lanzó paquetes de toallas de papel a la gente en un centro de alivio como si estuviera arrojando camisetas en un evento deportivo.
Esta versión está basada en conversaciones con 11 asistentes de la Casa Blanca y otras personas que hablaron con el presidente durante la última semana.
Los mandatarios son recordados por la manera en que responden en momentos muy difíciles o de gran alboroto.
El discurso de Bill Clinton tras el atentado en Oklahoma City en 1995 le ayudó a enderezar su presidencia en problemas. El discurso que George W. Bush dio con un altavoz encima de los escombros del World Trade Center ayudó a que el país sanara tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. Pero la presidencia de Bush nunca se pudo recuperar completamente por la mala respuesta de su gobierno a los desastres causados por el huracán Katrina, la cual dejó a muchas personas con la percepción de que él estaba muy alejado del sufrimiento de las víctimas.
En los primeros días tras el paso de María en Puerto Rico, Trump estuvo más enfocado en su disputa con los jugadores de la NFL que se arrodillan durante la interpretación del himno nacional en los partidos. A medida que las imágenes de la devastación en Puerto Rico comenzaron a aparecer más frecuentemente en la televisión, los asistentes de Trump comenzaron a darle más informes. Sin embargo, el presidente se quejó de la deuda de la isla y se centró en las críticas en su contra efectuadas por la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, de acuerdo con tres funcionarios de la Casa Blanca y aliados externos.
Trump decidió responder a través de Twitter, en contra de los consejos de Kelly y del asesor de seguridad nacional Tom Bossert, de que se enfocara en la recuperación de la isla.
El público lo ha estado observando. Solo el 32% de los estadounidenses aprueban el manejo de Trump a los esfuerzos de recuperación en Puerto Rico, mientras que el 49% está en desacuerdo, según una encuesta de The Associated Press y el Centro NORC para la Investigación de Asuntos Públicos.