La “estrategia” del candidato presidencial del PLD, Abel Martínez, de criticar por criticar todo lo que hace o deja de hacer el gobierno lo llevó a cometer un error garrafal que ahora no sabe de qué manera enmendar, cuando hace unos días calificó como “una torpeza” del presidente Luis Abinader “darle un boche” al gobierno de los Estados Unidos por su grosera injerencia en la política migratoria dominicana, lo que le mereció un aluvión de críticas en las redes sociales que puso en evidencia su falta de sentido común, tan necesario en política como en cualquier otra actividad humana.
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Pero sobre todo su incoherencia, pues desde hace algunos años el alcalde de Santiago se ha distinguido por exhibir un discurso frontal y agresivo contra la inmigración ilegal haitiana, un “mérito” que acaba de reivindicar desde el lecho del centro de salud en el que se encuentra internado tras contraer covid-19, y desde el cual subió a las redes el siguiente mensaje en su cuenta de Twiter: “El problema haitiano se resuelve con acciones concretas de la comunidad internacional; pero en su territorio ¡Punto!” Demasiado tarde llega, sin embargo, su posición pública sobre un tema que lleva casi dos semanas dominando la atención nacional como consecuencia de la crisis haitiana y las pretensiones de la embajada norteamericana de que República Dominicana cargue con ese problema tan grande y complicado.
Ese descarado injerencismo no solo encontró el rechazo firme del gobierno sino también del liderazgo político opositor, incluido el expresidente Leonel Fernández. Por eso ha sido tan notoria su ausencia en un debate en el que pudo lucirse conocidas sus credenciales antihaitianas; para colmo, cuando decide intervenir lo hace para criticar lo que el resto del país aplaudió. Desde que se produjo su elección sus críticos han señalado que Abel Martínez es un político con un solo discurso: el peligro de la inmigración ilegal haitiana. Ahora también sabemos lo que pasa cuando otro político le arrebata ese discurso.