Tal como pronostiqué en mi artículo del pasado domingo (“El PRM, la Convergencia y Luis Abinader”) las elecciones primarias del PRM trillaron el camino de un nuevo liderazgo nacional para Luis Abinader; y también demostraron la calidad humana de Hipólito Mejía, que al día siguiente de dicho evento, a diferencia de lo que paso en el 2011 con Miguel Vargas y el PRD, no solo reconoció el triunfo de su compañero contrincante, sino se declaró un soldado del partido para alcanzar el triunfo en las elecciones del 2016. Tal como temíamos, con un partido recién constituido y con escasos fondos, hubo deficiencias serias en un padrón confeccionado a la carrera, entrega de materiales y poca información previa, que perjudicaron por igual a los cuatros precandidatos. Sin embargo, la honestidad acrisolada, decisión y calidad técnica de la Comisión Organizadora, el programa en vivo realizado desde la estación Z-101 y el movimiento de masas a que se dieron lugar estas elecciones, hicieron que la jornada memorable del pasado día 26, se convirtiera en el punto de inflexión hacia el reverdecimiento del ardor democrático y el repudio a la podredumbre institucional y social que padecemos.
Así mismo, escribí el pasado año, cuando el panorama político dominicano parecía sombrío frente a la corrupción y el ejercicio despótico del poder para destruir toda alternativa política, que tal como aconteció en 1844,1863,1899,1924,1961 y 1978, cuando todo parecía controlado por las fuerzas oscurantistas de la dominación extrajera o el despotismo vernáculo; el pueblo dominicano podía en cuestión de meses, gestar una reacción contra el estado de cosas imperante hacia su liberación.
Aun cuando muchos miles de militantes nuevos y del viejo PRD democrático no pudieron ejercer su derecho al voto, la movilización humana que se produjo en todo el territorio nacional fue demostrativa de la voluntad de cambio que existe en las viejas y nuevas generaciones de dominicanos; que surgieron para acallar las escasísimas voces discordantes que pretendían regatearles el triunfo del PRM y Abinader, para articular una gran coalición que dé al traste con el cinismo y el continuismo peledeístas, que tanto ha contribuido a degradar al pueblo dominicano en los órdenes moral, económico y social.
La Constitución del año 2010, disfrazada en lo dogmático con avances democráticos por sus enunciados del Preámbulo y primeros dos capítulos; pero que en el orden pragmático de su articulado restante, es un modelo de atraso y conservadurismo político y social, merece ser modificada en su momento, pero no puede serlo por los mismos legisladores y gobernantes que la han utilizado para institucionalizar el despotismo y la corrupción; los que ahora pretenden reformarla para hacer un traje a la medida de sus abiertas ambiciones de poder indefinido.
Construir una gran coalición vencedora requiere una táctica, reflexión, paciencia, desprendimiento, flexibilidad y actividad de masas; así como un programa que resuma las demandas y aspiraciones de los diferentes sectores del pueblo dominicano.
A Luis Abinader le corresponde asumir las iniciativas básicas para lograr ese objetivo, que permitirá iniciar una nueva etapa de democracia constructiva y prosperidad en beneficio de toda la sociedad dominicana.