El mundo vive la cultura de la estafa, y la política no es la excepción. El hombre postmoderno y la sociedad del espectáculo han quedado atrapada en el entretenimiento, la inmediatez y la crisis de la palabra y el lavado del rostro.
El político se ha vuelto un sujeto impredecible e incoherente, capaz de autodiseñarse, maquillando el rostro, prostituyendo la palabra, y apostando al olvido y a la memoria corta de los pueblos y de la gente.
América Latina, dolorosamente ha vivido en el péndulo de la radiografía del político pragmático, populista, clientelar y de la vieja y recurrente patología: “del dejar hacer y dejar pasar”.
La democracia dominicana y los votantes hemos sido víctimas de políticos y de grupos que han sabido entretener al malestar social: repartir, dividir y lograr propósitos personales o de grupos, pero huyendo a la responsabilidad del proyecto de nación, de reformas pendiente, de fortaleza institucional, control de la corrupción, justicia ética e independiente, distribución con equidad hacia los sectores más vulnerable y más deprimidos.
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Hace 4 años que el pueblo dominicano votó por Luis Abinader, por el cambio, esperanzado en disminuir corrupción, responsabilidad contra la impunidad, permitir que la justicia llegue donde el rumor público hable y perseguir el crimen organizado, sin importar el sector y sin proteger la delincuencia de “cuello blanco” y de la estafa organizada contra el Estado.
Ahora, volveremos a votar por Luis Abinader, por su honra en la palabra, su rostro, su carácter y el comportamiento de un presidente diferente, temeroso de la historia que, desea hacerlo bien y mejor dentro de la patología política y social dominicana.
Volver a votar por Abinader para comprometernos todos en impulsar las reformas pendientes, reducir el malestar social significativamente: en transporte, salud, educación, agua potable, seguridad ciudadana, control de la corrupción, justicia e independiente, empleo de calidad, oportunidad para jóvenes y mujeres, salud mental, transparencia, control y distribución del gasto social hacia los sectores más deprimido.
Personalmente creo en Luis Abinader, en su palabra y en su historia. El voto por él, para asumir compromiso social y político, para continuar con una gobernanza ética, de desarrollo social y de un Estado que cuide el bien público, y que los funcionarios teman o se cuiden en hacer lo incorrecto, de lo contrario que exista una justicia dura, eficaz e innegociable contra la corrupción pública y privada.
Los próximos años, predicen inestabilidad y confrontaciones geopolíticas, crisis climática, económica, migratoria, sociales y culturales de impacto mundial, regional y local.
Se impone que los países más resiliente y políticamente más estables, con ingresos, producción y control de sus riquezas y bienestar social, podrían ser los que mejor respondan ante la vulnerabilidad y los riesgos que se avecinan.
Necesitamos seguir apostando a la estabilidad democrática, a la gobernanza con equidad y justicia social, a los hechos y las palabras de los actores políticos, empresariales, religiosos, académicos, trabajadores y sociedad civil
En esta oportunidad, “ni la suerte está echada ni el camino malo está cerrado” “ni coroneles que se casen con la gloria”. Literalmente hemos crecido y llevamos pantalones largos en nuestra democracia.
Luis Abinader se ha comprometido a impulsar la reforma pendiente, la sociedad civil se compromete a darle una segunda oportunidad para continuar realizando un gobierno diferente y mejor.