El tema haitiano en la República Dominicana es cíclico, y estaba en cierto reposo cuando el PRM llegó al poder en el 2020.
Sin embargo, poco después de asumir la presidencia, Luis Abinader asumió el tema haitiano bajo el cálculo de que es políticamente rentable.
Por un lado, genera amplio apoyo en la población, y por otro, concita el apoyo de los pequeños partidos de ultraderecha que, desde el ocaso de Balaguer, habían tenido a Leonel Fernández como líder (lo llevaron de candidato en el 2020 cuando salió del PLD).
En la medida que la violencia se agudizó en Haití con el asesinato del expresidente Jovenel Moise en julio 2021, Abinader se dedicó a pedir a la comunidad internacional que se hiciera cargo de Haití porque la República Dominicana no podía.
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Su solicitud ha tenido escasa respuesta internacional porque ningún país quiere asumir el costo económico y político de intervenir militarmente a Haití. Además, ningún país estaba pidiendo a la República Dominicana que se hiciera cargo.
Al hacer sonoro el tema haitiano desde la victimización dominicana, el presidente Abinader ha concitado aplausos, pero también ha contribuido a desatar los demonios.
Porque, si hay algo que la inmensa mayoría de los dominicanos detesta, es la presencia de haitianos en la República Dominicana, aunque esos inmigrantes cultiven la mayoría de los alimentos y construyan las obras de infraestructura.
Conocedores de esa realidad, los principales voceros del anti haitianismo han aprovechado para subir el volumen de sus bocinas, y rápidamente se unieron los replicadores. Leña al fuego.
Lo que Abinader no ha calculado bien todavía es que lo que es igual no es ventaja. Ahora todos los políticos compiten a ver cuál suena más patriótico.
Hace unos meses en el Congreso tumbaron la Ley de Trata que presentó el Poder Ejecutivo, y, en el debate, el Gobierno apareció antipatriótico y la oposición patriótica. Atacado por todos lados, el Gobierno retiró el proyecto supuestamente para hacerle cambios. No ha vuelto a someterlo.
Abinader es ahora preso de su propia estrategia. Tiene que encontrar con cierta frecuencia razones para redoblar el miedo dominicano hacia lo haitiano. Nada particularmente difícil porque, como dije, la inmensa mayoría de los dominicanos no quiere a los haitianos en territorio dominicano y cuenta con un sinnúmero de razones y epítetos para justificarlo.
Pero ojo: la problemática haitiana es muy compleja y presenta grandes retos a la República Dominicana para manipularla políticamente.
Anunciar ahora un cierre de frontera por la controversia con la construcción de un canal del lado haitiano que tomaría agua del río Masacre es simplemente hacer ruido político. República Dominicana exporta muchos productos a Haití y no puede darse el lujo de impedir las exportaciones y que colapse un sector de la economía.
Haití no tiene capacidad de desarrollar proyectos de infraestructura, y muchos menos agentes informales que, según el propio presidente Abinader, son los que levantan la construcción. Por tanto, en vez de aspaviento, al Gobierno que tome medidas efectivas de control en el terreno.