La mención de aquel abril es obligatoria, mientras otros abriles no sustituyan al primero. Desde aquel abril en el 1965, lejano y más lejos cada vez, la epopeya convierte el día 24 en reverencia y el 28 en oprobio. Abril y la magia de la candidez tras la metralleta, la consigna de respeto y defensa. Abril y las libertades truncas, cuatro años después del atentado en la avenida que anunciaba otra época.Ese 30 de mayo que pretendía el naufragio del miedo en la inmensidad del océano, testigo de la osadía. Abril y el antecedente indiscutible en unas elecciones ejemplares celebradas el 20 de diciembre de 1962. Sensación y realidad inéditas de participación democrática luego de tres décadas de silencio y oprobio. El triunfo de Juan Bosch Gaviño, a pesar de los agravios y las sutilezas de unos pactos, para algunos deleznables, la voluntad popular decidió, en las urnas, que prefería el discurso inclusivo e innovador del candidato del Partido Revolucionario Dominicano -PRD- a los mandatos contra el trujillismo y su secuela.
Desde antes de la juramentación ante la Asamblea Nacional del presidente y vicepresidente, el odio y el miedo comenzaron la danza macabra que culminó el 25 de septiembre de 1963. Abril del 1965 comenzó ahí, ese día, cuando la obcecación conservadora decidió asaltar el poder y sacrificar la Constitución. Ahí está el germen. Está en las razones de un grupo convencido de su excelencia y satisfecho con la posibilidad de sacar de Palacio y sustituir en el mando a un hombre y a un gabinete que no les gustaba ni les acomodaba y menos los acotejaba. Atrás el resultado de las elecciones, eso poco importa cuando los menjurjes ocasionales, no ya ideológicos, deciden y suman, confluyen y se mezclan para lograr objetivos, sin importar consecuencias.
La voluntad popular es un comodín, útil cuando conviene, después se transforma en decisión de un hato irredento e ignorante. En ese escenario siempre actúan y actuarán, los representantes de los poderes fácticos, no tan fácticos,que detentan,en ocasiones,más poder que quienes de manera real y legal ostentan. El origen estuvo en aquel septiembre de quítate tú, vamos nosotros porque decidimos que el 59% de 1,054, 944 de votos válidos fue capricho, antojo pasajero de la gleba. Y así está escrito en el numeral cuatro del comunicado que ratificaba la asonada: “Que se deben considerar, desde este momento, disueltas las Cámaras Legislativas actuales, y sin calidad para realizar ninguna función del poder, por cuanto es obvio, según público consenso, que ellos no representan ya la mayoría ocasional que obtuvieron en los comicios del pasado diciembre…” 25 militares y 7 dirigentes de los partidos políticos, creados después del 30 de mayo del 1961, desconocieron, mediante un comunicado y un acta notarial, la voluntad popular.
La ciudadanía entusiasta que había llenado las urnas de votos blancos no reaccionó después del golpe. La espera fue de 19 meses. Las acciones del gobierno de facto motivaron la resistencia de un cuartel forjado en la tiranía. Un grupo militar propugnaba por el retorno de Juan Bosch y la vigencia de la Constitución del 1963, otro pretendía el derrocamiento de Donald Reid Cabral y el retorno de Balaguer. Una estentórea arenga de José Francisco Peña Gómez divulgó al país la sublevación militar. En ese instante comenzó la guerra que cambió su esencia con la intervención militar de los EUA, el día 28. 19 años después, fue la poblada de abril con su saldo de sangre sin reparo ni culpables. Y en tiempo de pandemia, estado de emergencia y espanto planetario por la indefensión,el pasado 24 de abril fue la toma de posesión de las autoridades municipales electas el día 15 de marzo. Aunque se multipliquen los abriles pervivirá aquel, seña de identidad para una generación. Connacionales marcados por los fusiles, las pérdidas, el despertar. Es su gesta, con el hechizo de la ilusión trunca, de la temeridad. Es el abril insustituible del estremecimiento y del asombro.