Mientras regresaba de Bonao en dirección a la capital, cercano a La Cumbre, había un grupo de vehículos detenidos. En el otro lado de la carretera, con dirección al Cibao, varias personas sacaban pasajeros de un autobús que se había volcado. Sus llantas estaban incrustadas entre los arbustos. Y los heridos eran sacados por el frente en donde estaba el vidrio delantero del vehículo. Decían que era un autobús cuyo chofer había perdido el control. Iba para Cotuí.
Otro día también de regreso a la capital, en la misma carretera, pero esta vez a unos doscientos metros del peaje, una yipeta roja se había salido de la carretera y había chocado contra los árboles y la tierra que había alrededor. Y veía cómo la ambulancia de emergencia sacaba a un hombre moreno, adolorido, del interior del vehículo. Otro día, poco después, delante de mi vehículo, vi cómo un pequeño autobús, que iba una gran velocidad, la llanta trasera derecha estalló, y sus pedazos se desprendían en medio de la carretera. Ahí, afortunadamente, no hubo tragedias.
El tema de la seguridad vial en las calles y en las carreteras del país es un asunto que ha merecido la atención pública recientemente, luego que se divulgara la información de que la República Dominicana ocupa el segundo lugar en el mundo con más muertes por accidentes de tránsito.
Ciertamente, informaciones como esa no ayudan al turismo y a la imagen internacional del país. Pero tampoco se puede tapar el sol con un dedo y ocultar la realidad.
Los problemas hay que enfocarlos para buscarles soluciones.
El problema de los accidentes de tránsito no es una responsabilidad solamente del Estado ni de las autoridades gubernamentales. Es una responsabilidad ciudadana. ¿Qué hace un chofer de un camión saliendo de su casa con varios niños en su interior a las 3 de la madrugada? El camión tuvo un accidente de tránsito. Posiblemente, el chofer se durmió. De la irresponsabilidad individual no se puede culpar al Estado y mucho menos al Presidente. Es un asunto de educación, de formación y de valores. Es un asunto de creer un poco más en Dios, y dejarse de tentar al mal.
Como una solución estatal, resulta oportuna la iniciativa que ha tomado el Gobierno de realizar un estudio con el gobierno coreano y el BID, para recomendar medidas que ayuden a establecer una mayor seguridad en las calles y en las carreteras. Es parte del fruto que ha seguido dando el Programa de Compartir Conocimientos que logramos para el país cuando estuvimos como embajador en Corea del Sur. En esa nación se ha logrado disminuir los accidentes de tránsito en un 50 por ciento en diez años.
Es una tarea compartida del Estado y de los ciudadanos disminuir los accidentes de tránsito en el país.
Si los coreanos pudieron hacerlo, hay que apostar a que los dominicanos también podemos.