Sin practicar la vacunación no lograremos la normalidad
El comportamiento y la actitud de algunos dominicanos frente a la vacuna covid, luce fragmentado, ambivalente, y se ha convertido en un tema no consensuado entre bioeticista, marco jurídico, salubrista, psiquiatra, sociólogo y filósofos.
El tema anti-vacuna tiene diferente contexto: los que son radicales y toman decisiones anti-todo, sin tener una razón lógica, responsable, ni científica, ni basada en evidencia, sino, “dime que opongo”; otros son anti-vacuna por prejuicio, es decir, los prejuicios son actitudes de rechazo frente a una persona o procesos sin tener una razón lógica de sustento del argumento. La otra parte la constituye razones religiosas, fanatismo, falta de educación, apatía e indiferencia, hasta llegar a la insensibilidad social.
Hace años que el maestro Sigmund Freud habló del Malestar de la Cultura, una obra que explica muy bien el nivel de desorganización, perversidad y descomposición moral de las sociedades”.
Pero lo mismo había planteado Carlos Marx, E. Durkheim, Weber y otros tantos. Las sociedades con limitaciones y carencias arrastran prejuicios, orgullo, desobediencia y anarquías, sin importar los riesgos y las consecuencias negativas a ellos mismos o a las demás personas.
La bioética lo observa desde los conceptos de la maledicencia o beneficencia. Si no practicamos las vacunaciones masivas a más del 80% de los dominicanos no logramos la normalidad, la protección frente a las variantes del covid, y seguiremos más expuestos al contagio, más muertes, más gastos sanitarios, económico y social, por tanto, es un proceso maledicente que jóvenes o adultos opten por no ponerse la vacuna.
La beneficencia en lo personal y en lo social incluye no hacer el daño, no proporcionar el riesgo y la vulnerabilidad en todos los órdenes; ya sea un daño consciente, por negligencia o por irresponsabilidad. Un proceso es saludable, equitativo, asertivo, sanitario, o beneficiente si establece las condiciones para la protección, la seguridad, en la salud, la recuperación o bienestar, y la felicidad en lo personal y en lo colectivo.
El acatamiento social en sociedades post dictaduras tiene un aprendizaje de acatar a través del miedo, el terror, la ley impuesta, la persecución o las consecuencias. La sociedades democráticas, participativas, inclusivas y de consenso; el Estado, el sistema de salud, las familias y la justicia deben preservar el bienestar, la beneficencia, el derecho a existir, convivir, pensando en las mayorías; nunca en las minorías que por derecho puede decidir no vacunarse poniendo en riesgo sus vidas, la de sus padres, abuelos, parejas y vecinos.
El comportamiento y la actitud anti-vacuna es ambivalente e irresponsable, ejemplo, sienten la pérdida de sus padres y familiares cuando fallecen o están intubados por covid en una UCI, pero no me vacuno; sin embargo, le exijo al sistema de salud, por cama, ventiladores, oxígeno y atenciones, pero no cumplo con el toque de queda, no guardo distanciamiento, o no uso mascarilla, ni tampoco me vacuno. Por otro lado, me mantengo en teteo, uso hooka, voy a juntadera; sin importar los riesgos ni las conductas riesgosas, pero critico al sistema de salud.
Ahora, la pandemia, el consumo, la búsqueda de la gratificación inmediata, el facilismo cultural, el placer sin límites y la libertad sin restricciones, son las que llevan a un grupo de jóvenes y adultos a la actitud anti-vacuna. Posiblemente los derechos individuales o religiosos, fundamentalistas o políticos sean eso.
Pero cuando la negación individual representa riesgo o peligro para la familia, la sociedad, los vecinos, los compañeros de trabajo, entonces, la sociedad, el Estado impone reglas, mecanismo, recursos, condiciones para protegerse.
Ejemplo, exigir tarjeta de vacuna para poder trabajar, viajar, montarse en el metro, la OMSA, recibir tarjetas de ayuda etc.
Todos debemos vacunarnos, hay que educar y sensibilizar, pero también, hay que tomar decisiones ante la actitud ambivalente e irresponsable frente a la covid-19.
Los derechos individuales no pueden estar por encima de los derechos colectivos. Así se aplica en una familia, escuela, instituciones y sociedad.
El mundo después de las libertades sin límites y sin normas, va hacia la fragmentación y la perversidad. Las sociedades necesitan de la equidad, el orden, el respeto a las normas y al bien común. Repito, los derechos individuales no pueden representar peligro para la colectividad; se pueden respetar siempre y cuando no represente riesgo biológico para las demás personas.
La vacunación es colectiva, de salubridad, de normativa humana y universal; como modelo de beneficencia. El Estado debe ejercer los controles sanitarios de todos y todas.