El doctor. J. Tilghaman dice: Un optimista es aquel que sabe cómo sacar sol y alegría de un día nublado y triste. El optimista siempre tiene varias causas de existencia, un gran sentido de utilidad y un claro sentido de trascendencia. Los optimistas son altamente positivos, energizantes, esperanzadores, suben montañas, abren caminos. Están preñados de fe, dan caricias, son nutrientes; sueñan, son solidarios y afectivos, capaces de verle el lado bueno y positivo a las cosas; sencillamente son objetivos y racionales en su modo de ser y de actuar.
Un optimista no lo derrota la conquista del mercado, ni la cultura del miedo, ni los prejuicios, ni el chisme, y menos los autoderrotados, ni los miserables sociales. Un optimista aprende que su norte es él, que su protagonista es su propio “yo”, sus éxitos tiene él que conquistarlos; afronta las dificultades con alegría, se crece en los obstáculos; en fin, aprende que el después es ahora, y si algo sale mal, hay que volver a las metas trazadas. A construir nuevos propósitos de vida sin dejarse conquistar de la cultura de la prisa ni del entretenimiento, ni del consumo o el confort que seduce la auto-gratificación inmediata. La fortaleza de un optimista está en su condición de ser persona, en aprender a manejarse con el equilibrio, con equidad y eficacia. Los optimistas aprenden de los obstáculos, pero nunca se culpan, saben que es mejor aceptar que hay circunstancias que en ocasiones no les favorecen, sin embargo, siguen adelante, sin aislarse y sin dejar que les destruyan las circunstancias, ni los perversos sociales. El optimismo es una psicología de vida que sabe que existen las derrotas, las crisis, las pérdidas y las frustraciones. Pero, como los buenos soldados siempre se levantan, es un militante social que siempre tiene una utopía que derrotar, un ideal, un sueño y una esperanza. Recuerda que la esperanza es la pasión de lo posible, y lo posible se consigue con el día a día, con la sabia espera. No importa la velocidad de los otros, un optimista sube altas montañas porque confía en sus propias piernas. Usted puede ser un optimista, se aprende, es una filosofía que jamás nadie se la puede quitar. Un optimista no permite que nadie, absolutamente nadie, le asesine su esperanza ni sus sueños, ni sus metas y, mucho menos, que le ponga la distancia a sus pasos. O sea, la psicología de un optimista no la derrota nadie.
Los optimistas desarrollan inteligencia emocional y social, pero también las habilidades y destrezas de soportar y confrontar cualquier tempestad, cualquier tormenta; no importa qué tan fuerte sean los vientos, ni las lluvias, el optimista cuenta con su ancla, confía en ella, tiene los firmes propósitos de que una vez pase la tempestad, volverá a asumir sus estrategias, sus objetivos y metas.
Las personas optimistas tienen asumida una psicología de vida; saben qué hacer, cuando otros no saben qué hacer, saben manejar de forma inteligente sus propios estresores psicosociales. La motivación y el optimismo son condiciones indispensables para ser capitán de su barco, de su propia existencia y de su propia felicidad. Sé de muchas personas que viven derrotadas; también sé de otras que viven paralizadas por sus propios temores, miedos, angustias o por un pasado cargado de traumas y frustraciones no superadas. Los optimistas no se quedan en el pasado, no se culpan ni culpan a los demás, más bien, valoran circunstancias, miden consecuencias, gestionan el riesgo, pero nunca se detienen.
Hoy sabemos que tú puedes desarrollar las actitudes emocionales positivas que llevan al optimismo, sencillamente, apoyarte en el coraje de la perseverancia, lucha firmemente por tus propósitos, no permita que el mercado y el consumo dirijan su vida; aprenda a ser constante, a confiar en ti y en lo que haces con amor, con disciplina; aprender a insistir, persistir y resistir no importa la adversidad. Las sociedades necesitan personas optimistas, las familias, las empresas, las escuelas; cada cual debe conquistar esta psicología de vida. Una vez la conquista, debes mantenerla, sin dejar que los perversos sociales, ni los profesionales del pesimismo, aniquilen tu filosofía de vida. La identidad, la armonía y la firmeza en los valores de los optimistas son lo que les hace ser diferentes ante las crisis de identidad en la que vivimos, pero nunca desigual con el dolor y sufrimiento de las demás personas.