No creo que se trata de un simple juego político de Washington para afectar política y electoralmente al expresidente Leonel Fernández, las graves acusaciones formuladas por el Departamento del Tesoro y el Departamento de Estado de Estados Unidos contra el legislador oficialista Félix Bautista, su familia y empresas; esas inculpaciones perturban la imagen nacional y hunden al partido oficialista.
Interpretarlo de ese modo simplista subestima la capacidad de la Justicia estadounidense en la lucha contra la corrupción dentro y fuera de sus fronteras, al tiempo que minimiza el contenido y alcance de los cargos lanzados directa y públicamente por dos instituciones poderosas de la Unión Americana, el Departamento del Tesoro y el Departamento de Estado, contra el senador del PLD, así como sus probables repercusiones legales.
No es un juego acusar a Bautista Rosario de actos de corrupción relacionados con la reconstrucción de Haití tras varios desastres naturales y de usar su posición para lucrarse de los esfuerzos humanitarios desplegados en el vecino país; no es una pose del presidente Donald Trump prohibirle a personas naturales y jurídicas estadounidenses realizar transacciones financieras y comerciales con Bautista y cinco empresas relacionadas con él; tampoco es un relajo norteamericano retirarle el visado a Bautista, su esposa e hijos.
Me parece que Bautista no ha tratado ese pliego de acusaciones con la seriedad que ameritan, ni le ha explicado responsablemente a la nación dominicana su versión de los hechos. Mientras tanto, Reynaldo Pared Pérez, secretario general del PLD, lo ha suspendido provisionalmente de la organización.
Finalmente, no sería una sorpresa si los cargos contra Bautista terminan en un sometimiento ante un tribunal de Estados Unidos y la consiguiente solicitud de extradición a la Justicia dominicana. Un deprimente espectáculo para un legislador y político.