Sentido común, audacia, ausencia total de sectarismo y capacidad para el pacto, representaron las cuatro condiciones necesarias para pasar de una dictadura de 40 años a una democracia en 20 meses. 20 meses en los que un grupo terrorista llamado “Euskadi Ta Askatasuna (ETA)” asesinaría a mas de 30 personas y en los que la extrema derecha, en el marco del llamado terrorismo tardofranquista, asesinaría cinco abogados laboralistas militantes del Partido Comunista de España y Comisiones Obreras, en la llamada Matanza de Atocha de 1977. Al mismo tiempo, los enfrentamientos entre las fuerza políticas, antiguas y emergentes, como el PSOE que por primera vez salía al ruedo político desde la guerra civil, el PCE con su líder exiliado de vuelta, y los remanentes de la dictadura como las emergentes fuerzas de derecha, generaban un perfecto caldo de inestabilidad política, sin embargo, los que bien pudieron haber sido los líderes de un nuevo enfrentamiento entre españoles, tenían una cosa en común: Adolfo Suárez. El presidente al que se oponían, pero el hombre con el que todos dialogaban.
Adolfo Suárez, un político contundente y resolutivo, con inteligencia política y sentido de la historia, no quiere decir que haya sido el mejor, ni el más preparado, pero hizo una cosa muy rápidamente que era muy difícil por no decir imposible: democracia, pluralidad política y legitimidad social. Pero para llegar ahí Suárez tuvo que sentar en la misma mesa a viejos enemigos a muerte con intereses incompatibles. Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista Español; Manuel Fraga, franquista y claro candidato a suceder la dictadura; Felipe González y Alfonso Guerra, Secretario General y Vicesecretario – General respectivamente del Partido Socialista Obrero Español, entre otros. Una lógica de dialogo, comprensiva, tolerante, pero al mismo tiempo firme, fue la fórmula para evitar dificultades que hubiesen sido insuperables. Sin dudas tenía el poder teórico, pero se movía entre dos mundos enfrentados.
Con la traición a un pasado equivocado, para construir un futuro acertado, a través de la estrategia de la concordia, Suárez logró llevar las libertades al pueblo español sin que se produjera ruptura, cerrando la transición sin que hubiera vencederos ni vencidos, estableciendo que el equilibrio en las estructuras garantizaba una recomposición lo mas pronto posible. Una recomposición que no obedeció a quienes mas se hacían oír, sino a quienes mejores soluciones aportaran. Entre todos y con todos, Suárez logró devolverle la confianza al pueblo español en la política. Aprovechó la oportunidad histórica para lograr devolver esa confianza, a pesar de que se conjugaban ciertamente una serie de dificultades económicas y sociales que podrían haberlo impedido. Lo que importó en aquel momento fue elegir correctamente y apostar por la justicia y equidad con tenacidad y eficiencia en vez de turbarse por el verbalismo y la frivolidad.
Es en ese espejo que debe reflejarse el PLD. El controversial Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan, bien ha dicho que quien no está ocupado en nacer, está ocupado en morir. Más llanamente lo decía Facundo Cabral, o cambiamos o desaparecemos. Y es que, desde la última aparición de Francisco Franco en público, hasta la primera campaña electoral desde la guerra civil española, pasaron solo 4 años, justo los que tiene el PLD no solo para recomponerse, sino para demostrar que puede hacer buena política interpretando el sentimiento de los ciudadanos aún a costa del propio sacrificio. Parafraseando al propio Adolfo Suárez, esa recomposición debe ser profunda y sincera, adecuada a una etapa de transformación profunda de la sociedad, se trata de saber interpretar el cambio social conjugando prudencia y audacia, y eligiendo también el camino de una reestructuración responsable y gradual, demostrando en el campo de los hechos que la vía del diálogo es la mas adecuada.
Este es el cuadro y en este gran marco se inscribe la tarea que tiene que cumplir el peledeismo. Dejar atrás el partido de masas y el único afán por la maquinaria electoral, y convertirse en un partido de causas sociales. Como bien decía Suárez, aunque en otro contexto, el reto actual consiste en admitir que somos como somos y también como hemos sido, en mejorar cada día, y generar confianza a base de trabajo, desarrollar nuestra capacidad de autocritica y espíritu de sacrificio, para ser lo que queremos ser. Tenemos voluntad, fortaleza, y experiencia política para hacerlo. Esa nueva frontera no esta lejos de nosotros, sino dentro de todos y cada uno de nosotros. Y es responsabilidad de esta nueva generación saber ver la necesidad de un entendimiento fecundo y perdurable para la mayoría .
Es opción única del PLD demostrar que el uso de la política es un servicio para los ciudadanos. Pero la etapa que aparece entre nosotros, como aquella que enfrentaba Adolfo Suárez, no ofrece treguas ni ocasiones para la comodidad, exige bien al contrario llevar la mentalidad de transformación a nuevos ámbitos y requiere una actitud clara e inequívoca para interpretar y asumir los deseos de progreso que existen en las bases mas extensas y vivas de la militancia peledeista y del propio pueblo dominicano. No creo que en nuestro caso Adolfo Suárez sea la representación exacta de un solo individuo, pero sí la de una mística conjunta. Nuestro verdadero compromiso está pues identificado con el futuro.