POR DOMINGO ABREU COLLADO
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Cuando vemos llover normalmente nos planteamos preguntas como; ¿cuándo va a parar de llover?; o (un poco tonto) ¿de dónde viene tanta agua?; o (más lógico) ¿a dónde va toda esta agua? Para mucha gente la respuesta es la lógica; toda esta agua se va al mar. Y es cierto. Pero, ¿por dónde?
En las ciudades vemos perderse las aguas por las alcantarillas. Y cuando digo «perderse» es en todo el sentido de la palabra PERDERSE. No utilizarlas equivale a que perdemos la oportunidad de darles un buen uso. En los campos las vemos deslizarse por laderas y cañadas hasta llegar a los ríos o desaparecer en algunas depresiones. En realidad, la mayor parte de las aguas de las precipitaciones se va al subsuelo, desaparece de la superficie para incorporarse a los ríos subterráneos. Por esa razón es mucho mayor la cantidad de agua la que se escurre y corre bajo nuestros pies que la que vemos correr por los ríos o estancarse en lagos y lagunas.
Una gran preocupación ocupa actualmente la atención del movimiento ambientalista dominicano por la desaparición de algunos ríos y arroyos. Una parte importante ya de la población ha asumido esa preocupación también, y sin mucha convicción la expresa. Los medios de información, tanto los escritos como televisados y radiales, se hacen eco de esa situación, como también de la situación de los bosques y la contaminación que nos rodea.
Sin embargo, aquella parte de las aguas que no vemos más luego que desaparecen hacia el subsuelo, y que son, como dijimos, la mayor parte de las aguas dulces que nos llegan con las lluvias en todo el territorio nacional e isleño, se presentan en estos momentos en altísimo riesgo de contaminación como consecuencia de diversos factores asociados a la multiplicación de la población, al desarrollo industrial, al crecimiento turístico y al desconocimiento de su manejo apropiado.
El riesgo es mayor que altísimo si pensamos que, la multiplicación de la población se está acelerando, el desarrollo industrial no hace caso a la necesidad de controles ambientales, el crecimiento turístico es considerado como necesario (incluyendo sus males) y el desconocimiento sobre manejo de aguas subterráneas no toma en cuenta los aspectos ecológicos y espeleológicos.
Hasta ahora, las aguas subterráneas solamente han sido consideradas como alternativas para subsanar la escasez de las aguas de la superficie. Incluso, en muchos casos, quizás los más, han sido utilizadas sin el procesamiento aconsejable para hacerlas potables y que lleguen sin peligro patológico a la población.
Los acuíferos subterráneos, en todo el mundo, son el recurso de agua más importante con que se cuenta para abastecer a una población mundial cuya demanda de ésta es cada vez mayor, mientras son mayores también los riesgos a que está sometida por los efectos del cambio climático.
Diferentes acuíferos y diferentes tratamientos
Los acuíferos subterráneos pueden ser de recarga lenta o de recarga rápida, todo dependerá de la porosidad de la roca. La pluviometría es también un factor importante para las recargas, pero los cambios ambientales pueden provocar que un acuífero de recarga rápida se transforme en uno de recarga lenta al recibir menos agua procedente de las precipitaciones por disminución de las mismas, por ejemplo, como consecuencia del cambio climático.
Pedernales, por ejemplo, presenta un carso (formación regional de cuevas) que sugiere una antigua y prolongada gran precipitación, de cientos de miles de años. Ahora, la recarga de sus acuíferos resulta relativamente lenta por la ausencia de lluvias. Aún así y relativamente también la cantidad de agua que lo conforma puede ser grande y duradera, siempre y cuando no se abuse del acuífero.
Los Haitises es el carso de mayor actividad hídrica de la República Dominicana como consecuencia de la alta precipitación. La cantidad de cuevas que lo conforman parece también la mayor por kilómetro cuadrado. Hasta hace algunos años la protección de sus bosques era suficiente garantía para la protección de sus aguas. Pero ahora, la pérdida de bosques amenaza con transformar sus cuevas en acuíferos rellenados, y sería la mayor pérdida ecológica que podamos tener en términos de la Isla después de nuestras pérdidas de bosques.
Acuíferos de la costa este
El Llano Costero Suroriental presenta una gran actividad hídrica subterránea, pero es una formación joven. El procurrente de Higüey presenta el carso más joven que se conoce. Su recarga, como la de todo el Llano Costero no es tan rápida como Los Haitises. No obstante la gran cantidad de agua que recibe sus acuíferos, éstos pueden agotarse rápidamente por el uso intensivo, por ejemplo, por el uso que le dan los complejos hoteleros de la costa. Las sequías son otra amenaza, pero de tipo natural.
Pero la mayor amenaza sobre estos acuíferos es la contaminación, tanto la proveniente de la ocupación humana (urbanizaciones y arrabalización) como la proveniente de las industrias. En todo caso, ambos tipos de contaminación terminarán por arruinar la posibilidad de uso de sus aguas si no se interviene rápidamente y se aplica una metodología de manejo sostenible de sus aguas.
El uso intensivo y abusivo de las aguas subterráneas de la costa provoca la intrusión salina (entrada de agua desde el mar), echando a perder los acuíferos y creando un gran problema de suministro de agua y por lo tanto económico.
Dos tipos de procesos contaminantes
Existen dos tipos de contaminación de aguas subterráneas: contaminación puntual y contaminación difusa. La primera afecta zonas muy localizadas, en tanto que la segunda afecta zonas amplias, haciéndose muy difícil la identificación del foco principal.
Las actividades humanas que provocan contaminación puntual son la utilización de zonas de cuevas como vertederos, las fugas de aguas residuales o su vertido ex-profeso en las cuevas, la utilización de cuevas verticales como letrinas, para el vertido de lixiviados, derrubios de minas (como ocurre con las Cuevas del Pomier), para el depósito de residuos radiactivos o tóxicos, por fugas de gasolineras, vertido de residuos de granjas y lanzamientos de animales muertos. Todas estas actividades se producen en nuestras cuevas y acuíferos subterráneos.
La contaminación difusa de aguas subterráneas ocurre por el uso excesivo de biocidas (pesticidas, yerbicidas, plaguicidas, etc.) en la agricultura y en prácticas forestales. La acumulación de estos biocidas suele extenderse debido a que cada vez que llueve arrastra todos los pesticidas que el agua encuentra sobre las superficies fumigadas, llevándolas hasta zonas muy alejadas de los lugares donde se han utilizado.
De todas maneras, siempre hay posibilidad de controlar la contaminación de nuetras aguas subterráneas si nos enteramos como hacerlo.