El tirano Rafael Trujillo estaba condenado por la historia a morir como vivió: exterminado por familiares de las víctimas que asesinó en su largo ejercicio dictatorial.
Era la única manera posible de hacerle justicia a los miles de personas y familias que asesinó, apresó y torturó hasta la muerte, deportó, humilló sin piedad y destruyó sus bienes, fortunas y emociones hasta enloquecer. Su última escena de sangre, que precipitó su esperado destino, fue el martirio de las hermanas Mirabal, asesinadas por orden suya en 1960, pero que ahora ciertos serviles hacen campaña para exculparlo de responsabilidad política, penal y moral por el crimen.
La noche del 30 de mayo de 1961, cuando cayó abatido por disparos de los conjurados, fue resultado de 31 años de ignominia, despojos, corrupción y muertes contra el pueblo, trecho que empezó en forma violenta y fraudulenta tres décadas atrás y no podía terminar en paz.
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Durante dicho lapso, el culto desmesurado a su personalidad, la conversión de la patria de Duarte en el feudo patrimonial propio y familiar, hasta cambiar el nombre de Santo Domingo por su apellido paterno, y la construcción de una maquinaria estatal represiva e invencible, conculcadora de todo tipo de libertades y derechos, fueron las características del régimen, cuya cabeza fue cercenada aquella noche. Su muerte cambió el curso de la historia dominicana y sirvió para abrir las puertas de la libertad y la lucha por la democracia. Aquellos que arriesgaron sus vidas, familias y bienes para eliminarlo y acabar con el oprobioso régimen, son héroes nacionales, sin importar razones o motivos detrás de la valiente determinación mostrada en la autopista 30 de mayo, escenario del ajusticiamiento.
Ahora los papeles desclasificados de la CIA, ordenados por Donald Trump para arrojar un mar de confusiones sobre el asesinato del presidente Kennedy, noviembre de 1963, aluden el fracaso de un plan de la poderosa agencia de espionaje norteamericana para matar al tirano dominicano. La prensa nacional se ha hecho eco de los citados documentos publicados en Washington, contentivos de los nombres de aquellos hombres que se atrevieron a matar a Trujillo, señalando que actuaron por resentimiento, sed de venganza, o motivos personales. Agrega nuevos nombres a los ya conocidos,
Creo que toda acción humana, positiva o negativa, legal o ilegal, empieza en una decisión personal. Las razones pueden ser diversas: odio, amor, interés, retaliación. Antonio de la Maza, Juan Tomás Díaz, Antonio Imbert Barreras, Luis Amiama Tió, Modesto Díaz, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Roberto Pastoriza, Huáscar Tejeda y el teniente Amado García Guerrero, tomaron la decisión de matar a Trujillo, y su acción salvó la República Dominicana. Merecen respeto.
Me importa un bledo que actuaran por revanchismo.