Al atardecer

Al atardecer

El sol se despedía del Imperio…
El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.
– ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?
La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.
– Los atardeceres –respondió.
El vasallo preguntó, confundido:
– ¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.
Y reafirmándose, exclamó:
– ¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.
La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:
– Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma.
– ¿Cosas? ¿De ti misma…? – inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.
Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:
– Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer. Lo que al inicio es precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres… – ¡mira!
El sol se despedía del Imperio Tré.
El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.
– ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?
La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.
– Los atardeceres –respondió.
El vasallo preguntó, confundido:
– ¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.
Y reafirmándose, exclamó:
– ¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.
La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:
– Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma….
http://www.nuestraedad.com.mx/atardecerdelavida.htm

Cada año mi compañero de vida, Rafael, escribe sus reflexiones navideñas que envía a todos sus amigos. Muchos esperan sus cartas, y cuando no las reciben, lo llaman para preguntarle. Creo que lleva más de 30 años escribiéndolas. Cuando la tecnología era un sueño, las escribía a mano, las envolvía de una manera que solo él puede hacerlo. Luego las enviaba con un mensajero. Hoy, gracias al desarrollo del ciberespacio, son enviadas por correo electrónico.
La de este año responde mucho al momento de su vida. Ya mi querido esposo cumplió 71 años, habiendo vivido tenido una vida de intenso trabajo, compromiso con la educación y la institucionalidad democrática. Hoy, Rafael, después de haber construido un largo trayecto vital, tiene derecho a detenerse, pensar para hacer sus reclamos y tomar decisiones.

Cuando somos conscientes de que el tiempo que nos queda por vivir es sustancialmente menor que el vivido, hay creencias que se fortalecen y otras que se modifican; incógnitas que se esperan descubrir; no se renuncia a la esperanza, aunque se marchiten las ilusiones; comprendemos que lo absoluto es que muchas cosas son relativas; que no es lo mismo existir que vivir; que reflexionar sobre el pasado permite comprender y vivir el presente y, sobre todo, asumir el futuro como una ventana de múltiples oportunidades.
En esta etapa se avalúan luces y sombras en el trayecto recorrido, comportamientos de los que nos sentimos orgullosos y de otros no tanto; decisiones que debieron ser tomadas; iniciativas que debieron ser apoyadas o rechazadas; afectos que debieron ser demostrados; apoyos que debieron ser ofrecidos y se buscan respuestas sobre temas radicales de la existencia humana.
Sé que quedan muchas cosas por hacer y desafíos que enfrentar, pero al menos, tengo claridad y decisión sobre estas:
No quiero ser comparsa o quorum; que otros definan mi agenda y prioridades; hacer lo que debo hacer y no lo que quiero hacer; hacer siempre lo “políticamente correcto”.
Tampoco que la prudencia me haga callar lo que tengo que decir; decir si cuando lo que quiero y debo es decir no; pensar que siempre tengo la razón; imponer lo que pienso en vez de defenderlo con prudencia y respeto.
No deseo solo cumplir, en vez de comprometerme; prescindir de lo que me sobra y no de lo que necesito; solo comprender al otro en vez de aceptarlo y valorarlo como es; estar, sino ser. No solo vivir, sino convivir
Estas son las reflexiones que quiero compartir contigo esta Navidad.
Felices fiestas y realizaciones significativas en el nuevo año, pues la vida nos invita a vivirla, en las grandes cosas y también en las pequeñas.
Un fuerte abrazo
Rafael Toribio
Navidad 2016

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