De los 20 países que conforman América Latina, República Dominicana ocupa el tercer puesto en cantidad de partidos políticos oficiales por la densidad poblacional. Lidera Haití con uno por cada 103,800 habitantes, seguido de Paraguay con 252,260 personas por cada organización política y Quisqueya con una agrupación por cada 398,888 habitantes. En la Hispaniola hay poco más de 21 millones de personas con 132 partidos oficiales, un récord isleño.
Viendo los números en la nevera cualquiera pensaría que todos esos partidos son el reflejo de una sólida democracia –incluya ironía-. Sin embargo, la realidad difiere mucho de la matemática. Haití hace rato dejó de ser una nación racional y pasó a ser un estado fallido donde predomina el caos civil y político. Del otro lado de la isla hay organización, pero la balanza no se inclina a la voluntad popular, sino a unos pocos que se quedan con lo de muchos, una “paretocracia”.
Sucede que el año entrante se celebrarán elecciones generales y desde ya se ve a los posibles candidatos de todos los colores haciendo sus respectivos periplos por los medios de comunicación, especialmente aquellos con público joven. ¿Por qué? Simple, es el voto más duro de conseguir, ese nicho no cimienta su porvenir en la política, a la juventud le vale madre lo que diga tal o cual candidato, para ellos –nosotros- la vacuencia es la praxis de los postulantes.
Ya se cumplen tres años desde que la encuestadora Asisa Research Group publicó los resultados de una investigación sobre el papel de los jóvenes en las diferentes actividades sociales. De acuerdo con el estudio, para este grupo de personas “la política no interesa y, en cambio, la consideran una actividad negativa, que no sirve y de la que ni siquiera quieren hablar”. La apatía era de un 92 % en mujeres y un 80% en hombres.
La opinión colectiva se resume en… “ninguno sirve; prometen y no cumplen. La cualidad sine qua non de los políticos es la corrupción, aplicándose a todos, sin excepción. El lucro personal es su única finalidad al optar por un cargo electivo”. No distinguen colores, siglas o apariencia, engloban todo lo que huela a “más de lo mismo”. Lo irónico es que todos los cambios sociales que han formado la nación han sido liderados por jóvenes (Trinitarios, Luperón, Caamaño).
¿El problema es la edad? No. El forúnculo que impide un relevo generacional en los partidos es el mismo que pasa con la internacionalización del dembow criollo: individualismo colectivo ensalzado con un ego bien espeso. No hay una visión a futuro, predomina el hambre de controlarlo todo, aunque, por sus estupideces, para cuando tengan el control no quede nada por dominar. No entienden que el progreso ajeno es bienestar mío.
Estamos en el preludio de una contienda electoral que posiblemente rompa records de memes, tendencias y entrevistas audiovisuales. Y utilizo estos términos porque la batalla será más digital que física, esta vez los candidatos apostarán por la presencia intangible en las redes. Están buscando penetrar en la psiquis de la juventud visitando programas dirigidos a ese público, creen que con estar en la manada podrán dominarla y no, se equivocan medio a medio.
Nuestros políticos no merecen el respeto y simpatía de la juventud, no porque nos molesten sus corbatas y tacones, sino porque carecen de ideas inclusivas, innovadoras y funcionales. Babean con promesas tradicionales como más empleo, más seguridad, más unión familiar y más educación. Todos sabemos que esas variables hacen falta, sin embargo, la fórmula que los candidatos presentan para conseguirlas es inocua, no sirve en la sociedad de hoy.
Desde el 2012 a la fecha el PLD ha generado más de medio millón de empleos, y es cierto. Ahora bien, ¿qué tipo de empleos? La mayoría de esos puestos son de fuerza, no se requiere ser bachiller para conseguirlos y, de hecho, mientras menos pupitre tienes, más chance hay de emplearse en esta media isla. El desempleo en iletrados es de 8.5 %, mientras que para universitarios es de 18.6 %, según la Oficina Nacional de Estadísticas y el Ministerio de Trabajo. Hay cerca de 480 mil jóvenes que ni trabajan ni estudian y cada año solo se crea el 10 % de plazas para nuevos profesionales. ¿Qué pasa con el resto? Van para la calle a buscar el moro como sea.
También prometen seguridad ciudadana, pero fundamentan sus discursos con la generación de empleos y volvemos a lo anterior; si bien es cierto que la falta de oportunidades fomenta la delincuencia, eso es el efecto, no la causa. El funcionario gana 10 veces más que todo sus empleados y quizás tenga menos capacidad que ellos, pero la desigualdad social le favorece. El problema es que no se retribuye por capacidad, sino por conjeturas partidarias, no importa si me quemo las pestañas para conseguir el título si terminaré sirviendo al pendejo demagogo.
Los políticos andan con promesas guardadas en LP (elepé) para convencer a una juventud 4G, nunca van a conectar con discursos de cuando cuca bailaba. Creen que el impacto de la oratoria moderna está en el tono y los sinónimos, un verdadero disparate para una generación que casi no habla ni escucha, sino que textea con monosílabos y repostea memes para ni siquiera fabricar una idea. Nunca van a ganar el favor de ese 35 % si no desaprenden para aprender.
Hoy, ante una mayoría conectada de una realidad irreal, hay que meterse en ese mundo para generar liderazgo. Cualquier pendejo con internet inicia una revolución si dice lo que el resto cree que necesita escuchar. Es que en la red vale mierda el título u oficio del usuario, con una versión popular de ti basta para mentarle la madre a lo tradicional y ganar mucho dinero sin necesitar del sistema. Si los políticos de ideas añejas andan detrás del voto juvenil tendrán que crear, más que un perfil bonito en Instagram, un timón portable que les permita conducir a la manada por la tendencia del momento. Y si son tan inteligentes como dicen, nunca serán #tbt.