No te rindas, aún estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,
No te rindas por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aun hay fuego en tu alma,
aun hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero. Mario Benedetti
Como siempre la lluvia, su ruido inconfundible cuando choca con las puertas y ventanas, la brisa que retumba en los árboles que están frente a mi casa y el sol que ha escondido sus rayos tras las nubes que cubren el cielo, me obligó a tomar la computadora para que mis dedos teclearan al ritmo de mi corazón, de mis sentimientos, mis angustias y esperanzas.
Confieso que la nostalgia me ha arropado con su extraño manto, en estos días en que me he visto obligada a permanecer encerrada por un ser minúsculo e imperceptible que doblega mi voluntad y cercena mis movimientos, mi rutina y mi vida, a esa cosa los doctores llaman virus, una palabra corta, que dice todo y no dice absolutamente nada de todos sus maltratos.
Hace justo un año y unos meses iniciamos los aprestos para organizar el XII Segundo Congreso Dominicano de Historia. Lo titulamos “El Gran Caribe en el siglo XVII. Economía, política y sociedad”. Lo dedicamos a nuestra querida Vilma Benzo de Ferrer por haber sido artífice de 8 congresos de historia. Una vez definimos el tema, empezamos a detectar a los especialistas y comenzamos la convocatoria. Trabajamos intensamente desde la Academia Dominicana de la Historia, el Museo de Historia y Geografía y el Centro de Estudios Caribeños de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.
Fueron invitados los más importantes especialistas sobre el siglo XVII y el Gran Caribe. Todo marchaba sobre ruedas. Solicitamos financiamiento a las empresas amigas. Conseguimos los fondos para traer a estos importantes investigadores. Los preparativos estaban listos, gracias al trabajo en equipo. De repente, mi cuerpo comenzó a resentirse. Una virosis que se fue complicando. Llegó lo inevitable: no podría participar en mi amado Congreso. Al principio me quedé espantada. Las lágrimas afloraron silenciosamente tristes por mi rostro. Después las enjuagué y tomé las acciones necesarias para que todo siguiera su curso previsto.
Desde la distancia seguí paso a paso el Congreso, si la logística iba bien, si el público había asistido en masa, si la comida y los refrigerios… después distancié el seguimiento… me puse a escribir, a ver algún programa de televisión y olvidar. Recibí mucho apoyo de mis amigos historiadores.
Estos días de encierro obligatorio me ayudaron a indagar en las profundidades de mi alma. Aprendí que todos en el universo somos necesarios, muy necesarios, pero nunca imprescindibles. El Congreso se pudo realizar sin mi presencia física. Entonces reafirmé, una vez más, que cuando existe trabajo en equipo y colaborativo, la presencia física del coordinador, que algunos llaman jefe, no es necesaria. Lo importante es el compromiso y la entrega.
El Comité Coordinador compuesto por voluntarios amantes de la historia y de historiadores, hizo un trabajo exquisito y responsable. Y el equipo de la Academia se entregó en cuerpo y alma para que todo estuviese perfecto.
Aprendí que la vida hay que dejarla fluir, fluir, fluir…. Fluir hasta donde ella quiera llevarnos, sin interponerse ante lo inevitable. Por esta razón, tomé esta pausa obligatoria en mi cotidianidad para pensar, reflexionar sobre la vida, sus misterios, sus sorpresas y sus designios.
Hace apenas cuatro meses Peng Sien estaba con nosotros. Lleno de ilusión porque le habían ofrecido el trabajo ideal para sus intereses y su formación. Estaba feliz, lleno de planes. De repente un diagnóstico tardío cortó todos sus planes y nos cambió la vida de todos. Esos tres meses que vivimos-padecimos-sufrimos durante su dura, grave y corta enfermedad que nos lo robó dejándonos abatidos.
Así la vida nos trae sorpresas y dolores. Dos situaciones inesperadas me han ocurrido en este 2017, que me han obligado a reflexionar y aprender algunas lecciones. Ratifiqué la necesidad de disfrutar lo nimio y enamorarse de nuevo del placer de la contemplación. Reafirmé lo importante que es contar con un compañero con quien puedes contar para llorar a su lado. A veces queremos vivir la vida con tanta intensidad que nos olvidamos de sentir. Aprendí, a fuerza de una nueva desventura que las prisas cotidianas nos agobian y evitan que podamos ver, y sobre todo disfrutar la belleza que hay en el mundo. Lograr ese equilibrio es difícil.
Envuelta en malestares y medicamentos, decidí conscientemente hacer a un lado la intelectualidad, y me dejé llevar de la nada. Del disfrute de la inanición. Del entretenimiento contemplativo de una programación televisiva repetitiva y recurrente. Ocupé las horas en juegos de mesa y solitarios silenciosos en un diálogo interminable con mi tableta electrónica que me alejaba y acercaba al mundo, según mi decisión.
Leí una vez que la enfermedad es un camino a la redención. El final del viaje en esta tierra es impredecible. El sabernos vulnerables nos ayuda a entender mejor a los demás. Aceptar con tranquilidad y paz el designio, es el verdadero camino para sanar el alma. Mis constantes problemas respiratorios me han ayudado a suspirar por un mundo mejor, sabiéndome ahora limitada. Acepté esa imposición de una enfermedad que no controlo ni puedo exigirle nada con alegría y la llevo conmigo como mi mejor amiga, porque me hizo ser y sentir que soy sencillamente un ser humano, fuerte, débil, vulnerable, alegre y triste, en una simbiosis contradictoriamente hermosa. Que así sea.